Tras
nuestra primera ruta haciendo auto-stop superada con éxito, tal y como os contamos
en el post anterior, llegamos a Melbourne.
Allí
pasamos unos días en casa de Gauthier, un francés instalado en Australia desde
hace ya seis años al que conocimos en Moruya. Con él hicimos una excursión por
la famosa ruta “Great Ocean Road”.
Es
una espectacular carretera que va bordeando la costa sudoeste del estado de
Victoria junto al bravo Océano Antártico. A parte de su espectacularidad son
famosas sus playas surferas u observatorios de ballenas. A través de ella se
accede a la famosa playa de los “Twelve Apostols”. Viendo las imágenes, sobran
las palabras.
A
parte de sus preciosas playas pudimos ver nuestro primer koala.
Igualmente
tuvimos tiempo para visitar Melbourne City y nos gustó mucho; parques,
tranvías, puentes, grandes edificios; una ciudad cosmopolita y con mucha
diversidad cultural.
Una
tarde fuimos a la playa más característica de la zona, Brighton Beach, imagen
de postales de Melbourne con sus famosas casetas de colores y disfrutamos de una bonita puesta del sol.
Nuestro
siguiente destino sería la isla de Tasmania. El trio calavera (Thierry y
nosotros dos) volaríamos destino Hobart, la capital de Tassie.
Habíamos
contactado con Stewart a través de Helpx, un granjero que ya en los mails
parecía tener muy buen humor. Requería ayuda en la huerta y en la casa pero no
nos especificó exactamente las tareas que llevaríamos a cabo; sin duda sería
toda una sorpresa.
Una
vez en Hobart, alquilamos un coche con Europcar, sorprendentemente barato, y
atravesamos la isla para llegar al norte, concretamente a Wynyard. Puntual a la
cita apareció Stewart, en un viejo coche y muy sonriente. En los cuarenta
minutos de viaje hasta Laponya no paró de hablar. Nos contó que los chicos
estaban preparando una barbacoa y una suculenta cena para darnos la bienvenida.
¿Chicos? Pero, ¿Cuántos?
En
ese momento había una pareja de irlandeses, un chino y un francés y con
nosotros tres, en total, sumaríamos siete “helpers”!!!!!
Una
de dos, pensamos, o hay mucho trabajo o le encanta estar bien rodeado de gente joven.
Como
os podéis imaginar, el cachondeo estaba asegurado. Paramos en una licorería,
tienda con venta exclusiva de alcohol, típicas en Australia pues en los supermercados
no venden alcohol y compramos dos botellas de vino.
Llegamos
a quinta-Laponya, perdidos entre
pinos y árboles. El lugar, pérdido del mundo, hace honor a su nombre. La casa
de madera la había construido el mismo Stewart hacía unos veinte años y allí
nos esperaban los demás.
La
cena exquisita. La chica irlandesa era chef y el francés también cocinaba muy
bien; desde el primer momento las risas y el buen rollo se respiraban en el
ambiente así que rápidamente nos integramos.
Stewart
nos contó que era la primera vez que utilizaba Helpx y que como había mucho
para hacer y tenía camas suficientes, se había animado a tener tantos
ayudantes.
Su
mujer estaba trabajando en una isla cercana durante ocho semanas, así que su
plan era, en ese tiempo, llevar a cabo varios proyectos en la casa y en el
jardín.
Pasamos
en Laponya cinco noches y seis días y fue una experiencia inolvidable, totalmente
countryside, al más puro estilo Tassie.
Trabajamos
el ajo, si sí el ajo. Tenía una inmensa plantación, unas diez toneladas. Nos
enseñó el procedimiento para secarlo, cortando unas largas tiras y extrayendo
una húmeda del centro para que el ajo se seque correctamente y no se humedezca.
También
trabajamos en el terreno, quitando una larga valla metálica de unos 75 metros
que llevaba más de quince años incrustada bajo tierra. Entre cuatro y con
paciencia conseguimos quitarla, pues estaba bien incrustada.
Su
plan eliminando esta valla era ampliar la zona del corral de las gallinas y
crear, así, un espacio mucho más amplio.
En
la huerta había calabacines, patatas, cebollas, lechugas, pimientos y un largo etcétera,
todo ello orgánico. Al mediodía o a la noche cogíamos verduras y a cocinar.
Stewart nos decía, “This is the supermarket, just pick and cook” (este es el supermercado,
a recolectar y cocinar).
Otra
de las tareas fue ayudar a su vecino Phil con las ovejas. La cara de Sandra fue
un poema cuando al llegar a la granja de Phil este nos dijo que entrásemos en
el gran pasto de las ovejas y las empujásemos hasta un pequeño establo, ¡jajajajajaja!
¿Entrar a un pasto enorme y tratar de empujar a cuarenta ovejas? ¿Fácil,
verdad? Eran ovejas grandes y muy lanudas, y las iba a esquilar.
Resultó ser más
fácil de lo que parecía en un principio y entraron todas apretujadas en la
cabaña destinada para ello. Allí previa selección, se quedaban las que más lana
tenían.
¿Qué
habría que hacer ahora? Pensábamos, ¿No pretenderá que esquilemos nosotros las
ovejas?, ¿Hay que entrar y coger una oveja?
Fue
interesante verlo pero daba cosa ver a las pobres ovejas sentadas, agarradas
por las patas (Shandra dixit).
Una
tarde fuimos con Weilin, nuestro nuevo amigo chino, a recoger blueberries. Era una granja cercana donde
se dedican al cultivo de esta rica fruta. Allí fuimos y no sé si le salió muy
rentable a la dueña pues recogíamos una y nos comíamos tres…
Así
de entretenidos, se pasaron los días volando. Grandes conversaciones con los
vecinos Phil y Anne y, por supuesto, con Stewart y los demás chicos.
Todos los días comíamos y cenábamos
juntos, como una gran familia y era realmente divertido.
Entre ovejas, gallinas, ajos, verduras,
risas, cervecitas y charlas se acababa nuestra estancia en Laponia. Dijimos adiós
con pena y nos llevamos muy buenos momentos grabados en nuestras memorias.
Weilin se animó a venir con nosotros
de camping durante cuatro días en los que recorrimos la costa este de la isla.
La isla tiene una paz especial. Apenas
nos cruzamos con turistas y el tiempo acompañó aunque no hizo un sol abrasador,
¡cosa que mejor!
Increíbles paisajes...
Bay of Fires
Wineglass Bay
Acampamos, paseamos, comimos en
parques rodeados de patos, barbacoas gratis habilitadas en los free Camp Sites o fogatas por la noche; simple
pero no faltó de nada.
Para Weilin era la primera vez que acampaba y también la
primera vez que salía de China a sus 21 años. Nos reímos muchísimo con él e
igualmente tuvimos tiempo para charlar sobre la vida, los sueños y las
costumbres culturales.
Con la mente llena de satisfacción y júbilo,
volvíamos a Melbourne. ¡¡Bye Bye Tassie!! Este Wallaby tan majete nos dijo adiós.
Y desde Melbourne, nos tocaba cambio de país, volaríamos hasta Nueva Zelanda, un sueño que llevaríamos a cabo gracias
al descubrimiento de Helpx.
Os lo contamos en el siguiente post.
Gracias por leernos.
HASTA PRONTO.