jueves, 26 de septiembre de 2013

CHIANG MAI Y ALREDEDORES, 3ª PARTE: EL DESENLACE


Os dejamos con la voz en off de atuboladelmundo, que os va a contar lo que realmente sufrimos en nuestras carnes…

 

El trekking continuaba y nadie esperaba lo que iba a ocurrir.

Cinco minutos antes de la “pesadilla” se sacaron esta foto, sonrientes y tranquilos; impasibles ante la escena que vivirían a continuación.

Pues bien, bajaban la colina cuando a lo lejos divisaron una mancha de 40-50 ¿libélulas? estas son inofensivas así que continuaron…

Alguien del grupo gritó y empezó a correr, ¿Pero qué ocurría? Por un momento se juntaron todos, menos Tama, en círculo pero, ¿Dónde estaba el guía?

Hablaron unos segundos pensando qué hacer y hacia dónde ir, y las supuestas libélulas empezaron a picarles…

La realidad es que eran unas abejas gigantes, mordían dejando su aguijón metido, enganchadas, había que arrancarlas, ¡¡¡cogiéndolas con los dedos!!!! Cabeza, piernas, brazos; les estaban atacando y picando sin parar.

Sólo se oían gritos y más gritos, corriendo a toda velocidad, caras de pánico y absoluto terror, como si de una peli de Hitchcock se tratase.

Empezaron a correr y les perseguían, se acercaron al borde del río pero algunas todavía querían picarles.

Hannah la chica inglesa de tan solo 20 años, chillaba, lloraba y sudaba mucho, se puso muy nerviosa y decía que le picaba mucho la cabeza. Su amiga se portó genial, con madurez, y consiguió tranquilizarle diciéndole que todo iba a pasar y que pronto estarían a salvo.

El grupo estaba incompleto, faltaban la holandesa de las chancletas y el guía. Shandra gritó su nombre con desesperación; ¡¡¡¡¡Tamaaaaa!!!!!! Le necesitaban.

Por fin apareció, él también con cara de susto, y detrás de él la holandesa con las chancletas rotas en la mano, sudando, llorando y con un montón de picaduras.

Como Hannah no conseguía tranquilizarse, Tama echó un vistazo a su cabeza y le quitó cuatro abejas que se le habían enredado en el pelo.

Al otro lado del río había un lugareño al que le pidieron ayuda desesperados; no sabían qué hacer, hacia dónde ir y el picor era insoportable.

Jon, pálido y sudoroso, se quejaba de un dolor muy fuerte en la cabeza, le habían picado unas 5-6.

Shandra tenía la oreja izquierda más grande que la de Shrek, le palpitaba y ardía, y además tenía picotazos en las dos piernas.

Apareció una chica local con ánimo de ayudar y decidieron seguirle, por orden de Tama, bordeando el río pero... ¿Cuánto tiempo deberían caminar?, ¿Vendría alguien a rescatarles?; y lo peor, ¿Habría más abejas?, ¿Serían venenosas las picaduras?

Tras 40 minutos caminando en el más absoluto silencio, llegaron a la casa de los lugareños y la chica les dio una especie de sal para frotar en las picaduras, aliviaba un poco pero la sensación de quemazón sumada al picor era insufrible.

Las dos chicas austriacas tuvieron más suerte y sólo tenían uno o dos picotazos.

Tama explicó al grupo que el día anterior habían cortado el árbol con la colmena de las abejas, y era por ello que estaban “enfadadas”; qué mala suerte…



Todos pidieron al guía que llamase a alguien para irse de la selva cuanto antes.

Otra vez había que caminar, dolor, silencio, ruidos de animales, miradas al suelo y… empezó a llover para darle más dramatismo al momento.

El susto era mortal, ¿Se habrían ido?, ¿Volverían? Era inevitable pensarlo.

30 minutos de subida y ¡Vieron un coche! Siiii!!! ¿Salvados?

Tardaron una media hora en llegar al hospital y, por suerte, les atendieron al momento; camillas para los que estaban peor, entre ellos, Jon y Shandra. Pinchazo de morfina para el dolor, vómitos y hielo para las picaduras. Estuvieron más de una hora esperando ver alguna mejoría.

Por fin, hacia las 17h. el grupo volvía cada uno a su Guest House, cargados de pastillas para el dolor.

Estaban hechos polvo y todavía duraba el susto y la preocupación.

Al día siguiente, Jon se levantó con fiebre y las picaduras de Shandra estaban muy hinchadas por lo que cogieron un tuk-tuk y fueron al hospital directos. Otro hospital, este más moderno en Chiang Mai. Estuvieron más de tres horas, a Jon le hicieron unos anáisis de sangre en los que indicaba una pequeña infección y les recetaron más pastillas, esta vez antibióticos y antialérgicos.

Con este panorama, la pareja, se vio obligada a quedarse tres días más en Chiang Mai, bastante débiles y aún con el susto en el cuerpo, pero viendo cosas curiosas entre que recuperaban fuerzas.
 

El seguro del trekking cubrió todos los gastos médicos, menos mal, pero los días siguientes fueron durillos.

Después de esta historia, que bien podría ser un guión de una película de terror, ¿A quién le apetece volver a hacer trekking? Desde luego a Shandra no. Jon dice que ya pasó y prefiere sonreír recordándolo.
 

 
(Jon practicando, por si las abejas vuelven a atacarles)
 
A los días el picor remitió y los hinchazones bajaron, tomaron los siete días de antibióticos y a continuar con la aventura.

Decidieron no asustar a la familia y por eso, probablemente se estarán enterando ahora al leer este post.

Todo pasó y están bien que es lo más importante.

Cuando conocen a otros viajeros y hablan de dónde han estado y las actividades que han hecho, el trekking siempre se menciona y, entonces, Jon y Shandra, se miran; Jon se ríe, Shan no tanto, y les cuentan su aventura.

En el siguiente post os contarán más cositas, sin sustos…

Que nadie se preocupe en balde porque están bien y esto pasó hace más de 10 días.

 

Os queremos…


HASTA PRONTO

sábado, 21 de septiembre de 2013

CHIANG MAI Y ALREDEDORES, 2ª PARTE

Habíamos contratado con el personaje encargado de la recepción de nuestro Guest House, cuyo nombre real nunca lo supimos, sí el imaginario (Gerard Piqué), un paquete de 3 días y 2 noches para ir al Parque Nacional de Doi Inthanon, donde se ubica la cumbre más alta de Tailandia, a unos 2.500 metros de altitud.

Por 20 € cada uno, teníamos incluido el alojamiento en cabañas, una hora de safari en elefante, rafting sobre bambú, los desayunos, las comidas y las cenas, además del  trekking diario por la jungla.

El primer día empezó con una parada antes de adentrarnos en la selva, donde dimos un paseo a lomos de un elefante. Nos decepcionó un poco la experiencia. Viene a ser como el típico paseo en camello en Canarias o en Marruecos; solo que en elefante, el cual no parece demasiado feliz. Bueno, parecía alegrarse un poquito cuando le dábamos de comer ricos plátanos.
 
 

 
Tras ello, primera caminata de dos horas con la correspondiente sudada debido a la humedad selvática y a las mochilas que cargábamos.

Dato importante para acontecimientos que irán desarrollándose de aquí en adelante: el grupo lo formábamos ocho personas más Tama, nuestro guía. Como en el chiste: íbamos dos inglesas, dos holandesas, dos austriacas y nosotros.

No dábamos crédito con una de las compañeras holandesas, bastante fuera de forma, cuyo único calzado para aquellos tres días eran unas jodidas chancletas!!!. De locos, teniendo en cuenta que nos deparaban caminatas de cuatro a seis horas diarias, en un lugar donde llueve con frecuencia, apareciendo el barro y provocando que el suelo esté aún más resbaladizo. Hicimos una porra: cuántas veces se caería y si las chancletas aguantarían todos esos días. (Nota: sólo en la primera hora se cayó tres veces J).

La recompensa tras las primeras dos horas de caminata fue la llegada a una pequeña catarata, donde pudimos bañarnos y comer. Tras ese descanso, otras dos horas caminando y llegada al poblado donde haríamos noche.
 

 
Tras una riquísima cena preparada por Tama, este tailandés de 26 años, guía, montañero y cocinero, cogió su guitarra y se destapó también como un gran guitarrista. Compartimos una entretenida velada entre cánticos y alguna que otra birra. Tama, nuestro chico para todo.

 
 
Todos en la misma cabaña, cada uno con su parcela sin colchón donde tumbarse y tratar de coger postura, toda una quimera; eso sí, protegidos con una mosquitera.

Hipnotizados con el impresionante sonido del exterior, el sonido nocturno de la selva; una impactante y relajante melodía con la que, tras disfrutarla, caímos en un profundo sueño. ¿Un solo hombre durmiendo rodeado de siete mujeres en la misma cabaña? ¿Actuaría el macho dominante con valentía ante los peligros de la selva?

 
Pero no todo en esta aventura iba a salir sobre ruedas. No todo va a ser siempre bonito. Y para muestra lo que nos sucedió al día siguiente.

 
Después de desayunar, nos pusimos en marcha de nuevo; sólo llevábamos 20 minutos caminando cuando, de pronto…


 
Sucedió algo que nunca olvidaremos y que trastocaría el transcurso del viaje.

 

¿Qué creéis que fue lo que ocurrió? Os dejamos algunas opciones:

a) Fuimos atacados por un numeroso comando de “abejas asesinas”.

b) Nos atracaron unos lugareños, machete en mano.

c) Nos persiguieron unos elefantes, debiendo desviarnos del estrecho sendero por el que caminábamos y nos perdimos del guía.

d) Otros. Imaginación al poder de nuestros seguidores.

 

Podéis participar y escribir lo que pensáis que nos pasó.

Mañana o el lunes os desvelaremos el final de la historia.

HASTA PRONTO…

domingo, 15 de septiembre de 2013

CHIANG MAI Y ALREDEDORES, 1ª PARTE


En el último post nos despedimos en Kanchanaburi, desde donde emprendimos un nuevo trayecto destino Chiang Mai.

Tuvimos que coger una Van (furgo mini-bus) hasta Bangkok, teóricamente, y mirando el reloj, llegábamos a tiempo a la estación de Mo Chid para escoger alguno de los autobuses de los que ofertan las distintas compañías.

Sin embargo, un trayecto que era de 1h30min lo realizamos en 3h debido al tráfico; de repente nos vimos inmersos en medio del tráfico caótico que se genera sobre esas horas en la entrada de Bangkok; los últimos tramos resultaron ser algo convulsos por las innumerables maniobras y volantazos para cambiar de carril, con frenazos y acelerones propios de un rallye, con los que nos obsequió nuestro chófer suicida.

Sólo nos abrochamos el cinturón en aquel tramo, pero, quién sabe, si no hubiera sido por él, quizás no hubiésemos podido viajar a Chiang Mai hasta el día siguiente.

A Chiang Mai, la segunda ciudad más grande y poblada de Tailandia por detrás de Bangkok, podíamos llegar de varias formas. En avión, puedes buscar vuelos low cost con Bangkok Airlines o Air Asia; en tren, pudiendo elegir cabina con litera; o en autobús, en sus distintas modalidades con sus correspondientes tarifas.

Nosotros optamos por el autobús en horario nocturno, evitando así el alojamiento de esa noche. Finalmente, decidimos invertir 20 euros cada uno para hacer noche en aquel autobús VIP que partía en 20 minutos, casi tumbados en unas cómodas butacas reclinables que incluso te podían proporcionar un masaje bastante decente pulsando un botoncito, con pantallas incorporadas para ver alguna película en V.O.

 

Eran las 7,15 a.m. del día siguiente y ya habíamos llegado a la ciudad. Cogimos, previa negociación, un tuk-tuk que nos introdujo en la parte vieja de la ciudad (Mang Kao), zona rodeada por un largo canal de agua en forma rectangular y con distintos puentes para entrar o salir de ella.

Tras buscar y rebuscar en distintas y coquetas Guest House, encontramos el que ha sido nuestro alojamiento durante una semana, por unos 6 euros la noche.

Alquilamos unas bicis y durante todo el día pedaleamos las calles de esta ciudad que nos encantó desde el primer día.
 

 
Al día siguiente alquilamos una moto y subimos a lo alto de la montaña Doi Suthep para ver su templo.

Hicimos una parada a mitad de camino; había un mirador con unas vistas muy chulas y, allí, conocimos a un artista que dibujaba retratos. Charlamos con él un rato de los pintores y artistas españoles que conocía. Sabía más que nosotros, por supuesto.
 

 
Al llegar al final del camino, había que subir unas largas escaleras empinadas y además había un montón de turistas por lo que nos llevamos un poco de chasco, estaba muy masificado; es una visita casi obligada para todo turista que para en Chiang Mai.

 
 
Por la tarde noche nos acercamos al Night Bazar Market y recorrimos sus calles llenas de puestecillos con miles de cosas para comprar. Si tuviésemos fecha de vuelta y más sitio en la maleta, quizás podríamos comprar algunos recuerdos pero de momento imposible.

Aun así compramos un par de pantalones cortos y entramos en el juego del regateo…. Good Price for me, cheaper!!! Good for me and good for you J

De vuelta a la Old Town, encontramos un pequeño resturante local para comer y resulto ser un sitio al que volveríamos porque nos encantó. Tenía un pequeño comedor de madera en su interior, con algunos cuadros, y también algunas mesas fuera. El dueño era encantador, nos enseñó alguna palabra en tailandés y nos recomendó varios sitios para visitar. Fue un descubrimiento bueno, barato y Aroy Dee (el nombre del restaurante, que significa delicioso en thai).

Seguíamos con la moto y al día siguiente fuimos al pequeño pueblo de Doi Saket, que al igual que Doi Suthep tenía un templo en lo alto de una colina. Esta vez nos sorprendió no ver a ni un solo turista. El templo estaba completamente vació excepto, claro está, por los monjes que viven en él. Conocimos a uno de ellos, se llamaba Dang. Apenas hablaba inglés pero nos enseñó el templo, hicimos algunas fotos y nos hizo pasar a una salita de estar para ofrecernos agua fresca pues hacía un calor infernal.

 
Fue muy especial visitar este templo, prácticamente solos y compartiéndolo con este simpático monje que incluso llego a darnos su e-mail. Le hubiéramos preguntado muchísimas cosas pero realmente no podíamos comunicarnos más con él que por señas y sobre cosas súper básicas.

Cuando nos marchamos nos regaló unos abanicos de bambú y nos despidió con una sonrisa en la boca, fue especial.
 

 
El camino hasta Doi Saket desde Chiang Mai era digno de ver pero es que después, rumbo a Bo Sang, nos impacto aún más el paisaje y los verdes campos.

Investigamos con la moto y nos metimos por unos caminos rurales en los que los locales nos miraban siempre sonrientes pensando que narices harán estos dos turistas por aquí.

Paramos a comer en un bar-restaurante local, estábamos hambrientos y nos daba un poco igual que comer. En muchos sitios no tienen carta ni menú y solamente cocinan un plato como sopa con noddles y pollo, por ejemplo, y normalmente está muy rico.

Hemos pensado que merecía la pena que vierais la foto del plato de aquel día ya que no tiene desperdicio. Eran noodles tipo macarrones con trozos de hígados e intestino.
 

 
Jon se atrevió y se comió todo el plato; sí sí, y Shandra no tuvo valor y, a pesar del hambre, solamente se comió los noodles y la sopa.

Llegamos a Bo Sang – Umbrellas Village; es un pueblo pequeñito famoso por la fabricación de paraguas y sombrillas estilo oriental.
 


 
 
Encontramos el taller donde las confeccionan. Había como cinco señoras y cada una se ocupaba de una parte del proceso de fabricación, encolar la tela, grapar las varillas, dibujar los estampados…

Merece la pena ir y visitar el pueblito, nos encantó.

En total hemos estado una semana en Chiang Mai con visitas a pueblos, trekking y elefantes incluidos, y demás aventurillas.

Seguiremos contándooslas en el siguiente post.

Solo deciros que estamos encantados, muy muy contentos de estar aquí y poder vivir estas experiencias.

Descubrir esta cultura está siendo apasionante y muy gratificante.

Sabemos que estáis ahí, al otro lado, y eso nos motiva aún más para seguir dedicándole tiempo a escribir este blog.

HASTA PRONTO…

sábado, 7 de septiembre de 2013

DESDE KANCHANABURI CON RAKPHONLAMUANG


El día anterior a marchar de Ayutthaya, preguntamos en nuestro Guest House como ir hasta Kanchanaburi. Habíamos variado la ruta, ese mínimo previsto, descartando el plan de ir a Sukothai. Nuestro viaje nos permite variar, improvisar y tomar decisiones sobre la marcha; lo cual nos encanta.

El precio que te dan en los Guest House u otras agencias para los transportes de una localidad a otra es bastante más caro que coger por tu cuenta un bus o furgoneta “Van”. Ellos lo justifican con que te recogen en la puerta de tu alojamiento y te llevan directamente a tu destino. No dejan de ser unas furgonetas que, además, van parando en el camino para que suba y baje gente a lo largo del trayecto; vamos, un rollo.

Así que lo que hicimos fue coger por nuestra cuenta una de esas mismas furgonetas que paraba a la vuelta de la esquina del alojamiento con destino a Suphanburi por 80 bahts, y en Suphanburi un bus local hasta Kanchanaburi por 50 bahts.

 
En total pagamos por persona 130 bahts frente a los 400 bahts que nos pedían en la agencia.

Una vez más llegábamos a una nueva ciudad sin ninguna reserva y con la incertidumbre de donde dormiríamos aquella noche.

Calor pegajoso, mochilas pesadas y, ¿hacia dónde ir?

Conseguimos un mapa de la city y nos montamos en un bus local que nos acercaba a la zona turística donde poder buscar alojamiento. Nos bajamos y cuando íbamos a empezar a caminar, paró un coche.

Una señora tailandesa de unos 60 años muy elegantemente vestida y con un inglés bastante bueno, nos preguntó hacia dónde íbamos. Nos invitó a entrar en su coche y por un momento nos sentimos en una etapa del programa Pekin Express, montados por primera vez en un coche de un local.

Nos llevó a un Guest House que eran unas cabañitas de madera muy chulas y económicas a orillas del río Kwai.

 
Estábamos muy agradecidos y a la vez sorprendidos por tal gesto de amabilidad. Ella irradiaba felicidad y no paraba de sonreír; sabía que nos había ayudado.

Nos invitó a pasar por su casa aquella misma tarde para ir juntos a ver el histórico puente sobre el río Kwai y, claro está, no podíamos negarnos.

Así pues, por la tarde visitamos con nuestra nueva amiga Nutee el famoso puente. Tomamos un café en una terracita flotante en el río y cenamos todos juntos.
 
 
 
La cena estaba muy rica, nos gusta la comida Thai, pero esta vez Jon sufrió bastante con el picante. Pidió una ensalada de Papaya, como Nutee, y no se esperaba que el aliño fuese tan picante, debido a unas cuantas rodajas de chile; tendríais que verle sudando sin parar, pobre…........ ¡fue divertido!
 
 
Risas, fotos y conversaciones varias durante la cena.

Nos transmitió muchísima ternura y cariño.

Al terminar aquel día pensamos en lo fácil que es a veces ayudar a los demás y lo poco que lo hacemos. Cada uno de nosotros habrá hecho alguna vez “una buena acción” o “la acción del día” y sabemos que después te sientes bien e, incluso, te sale una sonrisa inmediata.

Ella quiso ayudarnos ese día y compartió su tiempo con nosotros..

Al día siguiente fuimos al Parque Nacional de Erawan, para poder visitar sus cascadas.

Todas las guías y foros que habíamos leído recomendaban visitarlas y por ello, fuimos hasta Kanchanaburi; y la verdad que nos llevamos una pequeña desilusión.

Nos encontramos con una masificación de turistas y autobuses. Había varias cataratas, cada una a un nivel y lo primero que hicimos fue subir hasta arriba (7º nivel).

Después de la subida, algo dura por el calor y la humedad,  esperábamos ansiosos el premio de poder bañarnos.

Fue meter un pie en el agua y sentir que los peces te mordisqueaban los pies, ¡¡¡horror!!! Eran peces bastante grandes y la sensación un tanto desagradable. Shan no paró de emitir grititos cada vez que intentaba entrar en el agua y Jon se bañó y disfrutó de la cascada.

 
Al llegar de Erawan decidimos alquilar una moto para, al día siguiente, visitar por nuestra cuenta otro Parque Nacional que leímos que no era tan turístico.

Madrugamos y montados en la moto nos dirigimos hacia  el P.N. de Sai Yok, disfrutando de los paisajes y de la sensación de libertad que nos aportaba la moto.

 
Impresionante la anécdota de encontrarnos en la carretera de vuelta con un montón de monos...muy monos ellos.



Ya de vuelta de esta excursión fuimos a saludar a Nutee y quedamos para comer con ella al día siguiente antes de partir rumbo a Chiang Mai.

Era nuestro último día en Kanchanaburi y Nutee decidió llevarnos a comer a un restaurante a las afueras, en un pueblo donde ella había vivido en su infancia.

Nos contó algo más de su vida; madre de dos hijas y casada con un hombre ex policía y que hacía seis años se había hecho monje budista y sólo podían verse los domingos. Vivía en Bangkok y tenía su otra casita en Kanchanaburi.


Nos llevó a la estación de autobuses y ahí dijimos adiós a Piyanut Rakphonlamuang, Nutee para los amigos y con un apellido especial. Rakphonlamuang significa amor a las personas, “love the people”; como ella dice.
 

 
Pues así con mucho amor nos despedimos hasta el siguiente post.

Queremos aprovechar estas últimas líneas para agradeceros, a todos los que nos seguís, vuestros mensajes de apoyo que nos animan aún más, si cabe, a continuar con esto.

HASTA PRONTO...

domingo, 1 de septiembre de 2013

DESCUBRIENDO AYUTTHAYA


Salimos de Bangkok rumbo a Ayutthaya; nos habían indicado que cogiéramos el bus local número 3 pero, tras unos 20 minutos de espera, decidimos negociar con un taxista. (Importante exigirle que ponga el taxímetro; precio total 90 baths, unos 2,25 euros).


En la estación de Mo Chit nos dijeron que el bus no salía hasta las 17h30; eran las 9h40 a.m. y casualmente en ese momento salía una furgoneta. ¿Timo? Nunca lo sabremos; nos venía bien, ya que nos ahorrábamos la espera, y el precio no era mucho mayor que el del autobús, así que aceptamos su propuesta y nos pusimos en marcha.


Bajamos de la furgoneta tras 1 hora y 30 minutos. Ya en Ayutthaya, con una temperatura de unos 35ºC y bajo un sol abrasador… ¡No sabíamos hacia dónde ir! ¿derecha……izquierda…..recto? ¡¡¡ja ja ja ja!!! No teníamos nada reservado ni previsto...

Justo delante nuestro paró otra furgoneta y vimos bajar a un chico con pinta de “español” y detrás de él bajaban una niña de unos dos años y su mujer. No tardamos en acercarnos  y preguntarles si tenían un mapa o algún Guest House reservado.

Rápidamente hicimos migas y nos ayudamos mutuamente.

Encontramos un alojamiento que merece la pena que os lo recomendemos: Tony´s Place; barato con piscinita y WIFI.

Tras alojarnos, tanto la familia catalana como nosotros, alquilamos unas motos (180baths) y recorrimos la ciudad y sus ancestrales templos.

Nos encantó ver a María, la niña de dos años, disfrutar de todo lo que veía y no parar de reír en todo el día. Budas, elefantes, templos y sus milenarias ruinas como escenario y ella montada en moto entre sus papis con su mini casco… ¡¡¡una monada!!!!
 

 
Bravo por Raúl y Mª Ángeles que a pesar de las críticas y opiniones diversas de familiares y amigos en cuanto a viajar a Tailandia con la niña, decidieron hacer oídos sordos y cogieron aquel avión.

Al día siguiente decidimos alquilar un par de bicis (40 baths cada una) y recorrer con más tranquilidad la ciudad.

Desayunamos fruta y batidos en unos puestos callejeros donde empezamos a conocer a locales simpatiquísimos; Koazen preparaba batidos naturales y cafés (se ha convertido en un auténtico vicio para nosotros el “ice Thai Coffee”) y, en el puesto de al lado, su amigo Arun, vendedor de galletas y otros dulces tailandeses; ambos encantadores.
 

 
Pedaleando bajo el calor, sentimos más de cerca la ciudad y sus gentes.

Numerosos templos, ruinas, lagos, parques, mercados flotantes… ¡Mucho por ver en la vetusta Ayutthaya, antigua capital de Tailandia!
 

 
Los siguientes amigos que hicimos fueron el pequeño Win y su madre en un puestito de “chicken” adobado y caramelizado, junto al río.

Jon lo probó aunque no tenía mucha pinta de pollo con apenas carne y mucho hueso pequeño.

Conversamos un ratito con ellos y la madre de Win nos quiso dar su Facebook; alucinante cómo evoluciona el mundo con las tecnologías; en ese mismo momento hicimos todos una fotos juntos y la subió a su muro.

Niños y niñas salían a esa misma hora de un colegio próximo vestidos con su uniforme, que no era precisamente la camiseta del Athletic, aunque lo parecía. Sonrisas y más sonrisas.
 

 
Antes de empezar este viaje leímos en algún artículo que Tailandia era el país de las sonrisas; al leerlo y comentarlo, nos mirábamos expectantes. Ahora que lo vivimos lo podemos corroborar y, además, afirmamos que es algo especial y contagioso.

Es admirable su amabilidad y sus actitudes frente a dos desconocidos como nosotros.

Algunos apenas chapurrean algo de inglés pero basta con el idioma internacional de los gestos y las miradas para entendernos.
 

 
Cuando parecía que el día iba terminando, puesto que hacía las 6:30 p.m. comienza a oscurecer, decidimos dar un paseo por el precioso parque del Wat (templo) Phra Mahathat, con un lago en su interior.
 

 
Habíamos pasado un día muy especial, conociendo gente y disfrutando de todo lo que ofrece la ciudad.

En el parque había un grupo de escolares ensayando un baile y rápido llamamos su atención por nuestro aspecto no oriental.

¿Bailáis con nosotros? ¡¡¡ja ja ja ja ja!!!! Increíble, si algo nos quedaba por hacer ese día era bailar rodeados de tailandeses. Y eso fue lo que hicimos… Próximamente subiremos el video.
(¿Dónde está Shan-Wally?):
 

 
Reconfortante el bañito en la piscina del alojamiento; una ducha y a cenar cerca del Guest House, en un puesto en la calle donde cenamos riquísimo y por menos de un euro cada plato.

Estábamos tan a gusto que decidimos quedarnos un día más.

No hay prisa.

HASTA PRONTO.