domingo, 1 de junio de 2014

MADE IN TASMANIA


Tras nuestra primera ruta haciendo auto-stop superada con éxito, tal y como os contamos en el post anterior, llegamos a Melbourne.

Allí pasamos unos días en casa de Gauthier, un francés instalado en Australia desde hace ya seis años al que conocimos en Moruya. Con él hicimos una excursión por la famosa ruta “Great Ocean Road”.

 
Es una espectacular carretera que va bordeando la costa sudoeste del estado de Victoria junto al bravo Océano Antártico. A parte de su espectacularidad son famosas sus playas surferas u observatorios de ballenas. A través de ella se accede a la famosa playa de los “Twelve Apostols”. Viendo las imágenes, sobran las palabras.
 

 
A parte de sus preciosas playas pudimos ver nuestro primer koala.

 
Igualmente tuvimos tiempo para visitar Melbourne City y nos gustó mucho; parques, tranvías, puentes, grandes edificios; una ciudad cosmopolita y con mucha diversidad cultural.

Una tarde fuimos a la playa más característica de la zona, Brighton Beach, imagen de postales de Melbourne con sus famosas casetas de colores y disfrutamos de una bonita puesta del sol.
 

 
Nuestro siguiente destino sería la isla de Tasmania. El trio calavera (Thierry y nosotros dos) volaríamos destino Hobart, la capital de Tassie.

Habíamos contactado con Stewart a través de Helpx, un granjero que ya en los mails parecía tener muy buen humor. Requería ayuda en la huerta y en la casa pero no nos especificó exactamente las tareas que llevaríamos a cabo; sin duda sería toda una sorpresa.

Una vez en Hobart, alquilamos un coche con Europcar, sorprendentemente barato, y atravesamos la isla para llegar al norte, concretamente a Wynyard. Puntual a la cita apareció Stewart, en un viejo coche y muy sonriente. En los cuarenta minutos de viaje hasta Laponya no paró de hablar. Nos contó que los chicos estaban preparando una barbacoa y una suculenta cena para darnos la bienvenida. ¿Chicos? Pero, ¿Cuántos?

En ese momento había una pareja de irlandeses, un chino y un francés y con nosotros tres, en total, sumaríamos siete “helpers”!!!!!

Una de dos, pensamos, o hay mucho trabajo o le encanta estar bien rodeado de gente joven.

Como os podéis imaginar, el cachondeo estaba asegurado. Paramos en una licorería, tienda con venta exclusiva de alcohol, típicas en Australia pues en los supermercados no venden alcohol y compramos dos botellas de vino.

Llegamos a quinta-Laponya, perdidos entre pinos y árboles. El lugar, pérdido del mundo, hace honor a su nombre. La casa de madera la había construido el mismo Stewart hacía unos veinte años y allí nos esperaban los demás.

 
La cena exquisita. La chica irlandesa era chef y el francés también cocinaba muy bien; desde el primer momento las risas y el buen rollo se respiraban en el ambiente así que rápidamente nos integramos.

 
Stewart nos contó que era la primera vez que utilizaba Helpx y que como había mucho para hacer y tenía camas suficientes, se había animado a tener tantos ayudantes.

Su mujer estaba trabajando en una isla cercana durante ocho semanas, así que su plan era, en ese tiempo, llevar a cabo varios proyectos en la casa y en el jardín.

Pasamos en Laponya cinco noches y seis días y fue una experiencia inolvidable, totalmente countryside, al más puro estilo Tassie.

Trabajamos el ajo, si sí el ajo. Tenía una inmensa plantación, unas diez toneladas. Nos enseñó el procedimiento para secarlo, cortando unas largas tiras y extrayendo una húmeda del centro para que el ajo se seque correctamente y no se humedezca.

 
También trabajamos en el terreno, quitando una larga valla metálica de unos 75 metros que llevaba más de quince años incrustada bajo tierra. Entre cuatro y con paciencia conseguimos quitarla, pues estaba bien incrustada.

 
Su plan eliminando esta valla era ampliar la zona del corral de las gallinas y crear, así, un espacio mucho más amplio.

En la huerta había calabacines, patatas, cebollas, lechugas, pimientos y un largo etcétera, todo ello orgánico. Al mediodía o a la noche cogíamos verduras y a cocinar. Stewart nos decía, “This is the supermarket, just pick and cook” (este es el supermercado, a recolectar y cocinar).

Otra de las tareas fue ayudar a su vecino Phil con las ovejas. La cara de Sandra fue un poema cuando al llegar a la granja de Phil este nos dijo que entrásemos en el gran pasto de las ovejas y las empujásemos hasta un pequeño establo, ¡jajajajajaja! ¿Entrar a un pasto enorme y tratar de empujar a cuarenta ovejas? ¿Fácil, verdad? Eran ovejas grandes y muy lanudas, y las iba a esquilar.
 
Resultó ser más fácil de lo que parecía en un principio y entraron todas apretujadas en la cabaña destinada para ello. Allí previa selección, se quedaban las que más lana tenían.

 
¿Qué habría que hacer ahora? Pensábamos, ¿No pretenderá que esquilemos nosotros las ovejas?, ¿Hay que entrar y coger una oveja?
 
Todo era eran dudas pero al final resultó que no era para tanto. El esquilaba, ya que es el profesional y no lo puede hacer cualquiera, y nosotros teníamos que barrer la lana y apilarla en un enorme saco.

 

 
Fue interesante verlo pero daba cosa ver a las pobres ovejas sentadas, agarradas por las patas (Shandra dixit).

Una tarde fuimos con Weilin, nuestro nuevo amigo chino, a recoger blueberries. Era una granja cercana donde se dedican al cultivo de esta rica fruta. Allí fuimos y no sé si le salió muy rentable a la dueña pues recogíamos una y nos comíamos tres…

 
Así de entretenidos, se pasaron los días volando. Grandes conversaciones con los vecinos Phil y Anne y, por supuesto, con Stewart y los demás chicos.

Todos los días comíamos y cenábamos juntos, como una gran familia y era realmente divertido.

Entre ovejas, gallinas, ajos, verduras, risas, cervecitas y charlas se acababa nuestra estancia en Laponia. Dijimos adiós con pena y nos llevamos muy buenos momentos grabados en nuestras memorias.

 
Weilin se animó a venir con nosotros de camping durante cuatro días en los que recorrimos la costa este de la isla.

 
La isla tiene una paz especial. Apenas nos cruzamos con turistas y el tiempo acompañó aunque no hizo un sol abrasador, ¡cosa que mejor!
 
Increíbles paisajes...
 
Bay of Fires
 
Wineglass Bay

 
Acampamos, paseamos, comimos en parques rodeados de patos, barbacoas gratis habilitadas en los free Camp Sites o fogatas por la noche; simple pero no faltó de nada.
 
Para Weilin era la primera vez que acampaba y también la primera vez que salía de China a sus 21 años. Nos reímos muchísimo con él e igualmente tuvimos tiempo para charlar sobre la vida, los sueños y las costumbres culturales.

Con la mente llena de satisfacción y júbilo, volvíamos a Melbourne. ¡¡Bye Bye Tassie!! Este  Wallaby tan majete nos dijo adiós.

 
Y desde Melbourne, nos tocaba cambio de país, volaríamos hasta Nueva Zelanda, un sueño que llevaríamos a cabo gracias al descubrimiento de Helpx.

Os lo contamos en el siguiente post.

Gracias por leernos.

HASTA PRONTO.

jueves, 15 de mayo de 2014

APRENDIENDO A HACER PAN EN AUSTRALIA


2014.

Para nosotros empezaba un nuevo reto. Con el objetivo de mejorar nuestro inglés viajaríamos por Australia “trabajando” en diferentes casas y granjas.

Si al comienzo del viaje alguien nos hubiera dicho esto quizás nos hubiésemos reído.

Lo cierto es que sin visa de trabajo este país es carísimo y Helpx es una muy buena opción.

Después de recorrer Tailandia, Laos, Vietnam, parte de Camboya y un poquito de Malasia por fin estábamos en Australia y teníamos un plan.

El 1 de enero nos montamos en un autobús, desde Sydney rumbo a Moruya, un pueblecito en la costa, cercano a Batemans Bay, a unos 300 km al sur de Sydney. Allí nos esperaba una familia francesa que lleva viviendo en Australia más de seis años. Ostentan un obrador y venden el género en mercados; pasaríamos con ellos un mes.

Os mentiríamos si os dijéramos que no estábamos nerviosillos. Esto de helpx era nuevo para nosotros. Los datos que teníamos eran: familia joven con tres hijos, pequeña granja con gallinas, patos y cabras; y obrador con postventa en mercados locales.

 
Nos vino a buscar el padre de la familia con la hija pequeña de seis años, bastante tímida al principio, y Gauthier un francés amigo de la familia.

Era de noche y no pudimos apreciar nada en el camino a casa, pero al llegar nos sorprendió encontrar  una casa-dúplex nueva y lujosa, no era un tipo caserío o granja que era lo que habíamos imaginado.

A la mañana siguiente después de las presentaciones, nos enseñaron el obrador que lo habían montado en el garaje de la casa.

Tenían varias máquinas para hacer la masa del pan, fermentadora, dos hornos y otra máquina especial para la masa de la bollería.

Tuvimos nuestra primera clase práctica de cómo hacer una baguette y la verdad es que no se nos dio nada mal.

 
A parte de nosotros había otra chica francesa y Gauthier, que es chef pastelero en Melbourne y estaba de visita.

Al día siguiente llegó Thierry, un chico tímido hasta que ganamos confianza y  le descubrimos realmente.

La primera semana pasó volando. Básicamente la mayor parte del “trabajo” era en el obrador: hacer la masa del pan siguiendo la receta, hacer el pan y hornear, hacer la bollería, tartaletas de limón, crema pastelera, chocolate fundido para los petit suisse, napolitanas, croissants de jamón y queso etc…

 
 
¡Qué rico! Pensaréis, pero la verdad es que acabamos saturados de comer tanto azúcar.

 
Vendían en tres mercados diferentes a la semana. Esos días cargábamos la furgoneta, instalábamos la carpa, las mesas y demás mobiliario y… ¡a vender!

 
Los días que no había mercado, después de comer, teníamos tiempo libre y nos dejaban un coche para poder ir a las playas de alrededor, piscina o incluso ir al club de tenis del que eran socios y poder juagar algún partido.

 
 
La relación con la familia fue muy buena durante toda la estancia. Todos los días desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Los niños estaban de vacaciones así que a veces se apuntaban a venir con nosotros a la playa o piscina.

La segunda semana nos propusieron preparar paellas para vender en los mercados de los viernes a la tarde, y así lo hicimos. Fue un éxito. A los australianos les encanta el tema spanish-paella.

 
Nos encontramos con algunos sudamericanos que llevaban años viviendo en Australia y también pudimos conocer a un chico de Zaragoza que vive con su novia en Sydney. Buenos ratos y hay que resaltar que la gente era encantadora y muy educada.

La tercera semana era el cumple del padre y nos invitó a cenar en un restaurante tailandés con algunos amigos suyos, un detalle por su parte. También nos llevó y nos enseñó a pescar, una de sus pasiones.

 
 
También tuvimos ocasión de ir un domingo a pasar el día a Narooma y comer en un camping donde estaban pasando el fin de semana unos amigos suyos. Precioso lugar.

 
 
Los niños tenían seis, nueve y trece años. La pequeña era un encanto y rápido nos cautivó. Los niños eran un poco más distantes pero también pasamos buenos ratos en la playa o jugando.

Una vez más, pudimos ver el estilo de vida aussie fuera de la ciudad; ambiente muy relajado, nada que ver con el estrés de Sydney. Eso sí, era verano en Australia y se palpaba un poder adquisitivo alto en esta zona. Para muchos esta localidad era donde tenían su residencia de verano.

Volviendo de la playa podías cruzarte con gente paseando a caballo por la carretera, granjeros trabajando en sus jardines o canguros saltando.

En la casa nos hicimos amigos de las gallinas, los patos y en cuanto a las cabras, Shandra prefería verlas de lejos ¡jajajaja!

 
El mes pasó bastante rápido y nos sirvió para ir planeando y reservando otros proyectos con Helpx, aunque si es cierto que al final ya contábamos los días para seguir viajando.

Se acabó enero y, en febrero, ya teníamos otro plan. Viajaríamos junto a Thierry hasta Melbourne, unos 750kms y de allí volaríamos hasta Tasmania para ir a “trabajar” a una granja al norte de la isla. Para llegar hasta Melbourne teníamos la posibilidad de coger un autobús pero decidimos probar suerte y hacer auto-stop. ¡A la aventura!

 
La experiencia fue divertida y tuvimos mucha suerte teniendo en cuenta que éramos tres.

Después de tres coches que poco a poco nos iban acortando la ruta, nos paró un señor y con él hicimos bastantes kilómetros. Además nos paró en varios sitios turísticos, como este mirador en Eden, donde pudimos sacar esta foto.

 
Durante el camino,  nos invitó a dormir en su casa en Orbost.

Reg, como se llamaba, era un camionero jubilado que acababa de comprar la casa y estaba poco a poco reparándola. Cenamos juntos y pudimos charlar con él, tenía buen humor y fue muy amable con nosotros.

Al día siguiente aún nos acercó ¡100 kilómetros más!, diciendo que le venía bien pues iba hacer compras en ese pueblo.

Un día más tuvimos suerte y nos pararon varios coches. Paramos a comer en un típico Fish&Chips y vuelta a la carretera. Esta vez nos colocamos cerca de una gasolinera y se nos ocurrió cambiar de táctica y preguntar directamente a alguien si iba hacia Melbourne, ya que solo quedaban unos 250kms.

Jon se acercó al coche de una mujer que viajaba sola y esta aceptó encantada llevarnos y además con tanta suerte para nosotros que se dirigía ¡al aeropuerto de Melbourne! Nos pasamos todo el camino charlando con la simpática Michelle, una australiana que vivía en Perth y estaba de vacaciones. En las más de dos horas de camino tuvimos tiempo de conocernos e incluso canturrear alguna canción. Cuando estábamos próximos a nuestro destino nos preguntó a dónde íbamos concretamente y se ofreció a llevarnos: ¡increíble!

Nos quedábamos a dormir en Weribee a las afueras de Melbourne, en casa de Gauthier el francés que conocimos en Moruya y con el que compartimos varios días en el obrador y en los mercados.

Dicho y hecho, esta  mujer nos dejó en la puerta de la casa: Ding! Dong!

Más en el próximo post.

HASTA PRONTO

domingo, 4 de mayo de 2014

UN PRIMO LEJANO EN AUSTRALIA


Jon estaba tenso al volante. Había que conducir por el carril izquierdo, sentado en el lado derecho del coche. Así que, inconscientemente, el vehículo “campervan” de siete metros de largo y dos metros de ancho tendía a írsele hacia la izquierda, limando bordillos y quitamiedos. Además había que salir de una gran ciudad como es Sydney, así que no paraba de ladear la cabeza de un lado a otro buscando referencias en los espejos retrovisores.
 


 
En un par de horas lo tenía dominado.

Tomamos la Pacific Highway, carretera que recorre parte de la costa este, concretamente el tramo que teníamos que realizar: Sydney-Brisbane.

Nos sentíamos libres circulando por las carreteras de este inmenso país, aunque limitados por el tiempo para concluir la ruta.

Paramos en una granja para aprovisionarnos de verduras orgánicas. Es curioso, no hay nadie en la tienda y tienes que pagar dejando el dinero en una caja. ¡La caja de la honradez! Algo habitual por aquí.
 
 
Y tras la primera etapa dormimos a orillas de un lago en una localidad cercana a Taree, pudimos haber parado en algún lugar más bello pero se nos hizo de noche, aunque una enorme e impresionante luna llena hacía que la noche no fuera tan oscura.

Al día siguiente habíamos quedado con Santi, el primo tercero de Jon, y con Linda, su pareja. Por fin nos íbamos a conocer puesto que el pueblo donde viven, Lawrence, situado entre Grafton y Maclean, nos cogía de camino en nuestra ruta.

Nos invitaron a comer una deliciosa paella. Fue fantástico conocerles y nos invitaron a volver. Cosa que hicimos dos días más tarde, cuando dejamos la furgoneta en Brisbane.

Desde Lawrence pusimos rumbo a Byron Bay donde también habíamos quedado con alguien: Marcus y Sandra, unos amigos Suecos con los que habíamos pasado una semana en Laos.

Allí hicimos noche y al amanecer, nos dimos nuestro primer baño en aguas australianas; en la preciosa playa de esta famosa localidad conocida y frecuentada por hippies y surfistas.


 
Tras el baño pusimos rumbo a Brisbane, donde conseguimos entregar la campervan sana y salva. Lo hicimos sobre la bocina, sudando la gota gorda puesto que fue complicado encontrar el lugar de entrega en una zona industrial. Desde allí no sabíamos cómo llegar al centro de la ciudad sin tener que esperar una hora a pleno sol a un autobús que nos dijeron que podíamos coger. Así que hicimos auto-stop y un hombre muy majo nos acercó.

Nuestro siguiente cometido: descartada la opción autobuses,  encontrar billetes de tren para llegar a Grafton al día siguiente y poder pasar las Navidades con Linda y Santi. No fue fácil. Al igual que los tickets de autobús estaban agotados, tras preguntar y preguntar una señora de una agencia nos encontró dos plazas para el tren de las 5.30 a.m del día siguiente. Los compramos. Era un tren dirección Sydney con numerosas paradas, bastante caro y mucha gente que se desplazaba por Navidad.

Hicimos noche en un Backpacker. La opción más barata que encontramos fue el “Yelllow Submarine”, habitación doble 65 dólares australianos.

A la mañana siguiente, ocho horas de tren después, allí estaba el bueno de Santi esperándonos con una sonrisa en la estación de Grafton.

Santi es actor. Participó en varias series en España y, posteriormente, en Australia (por ejemplo, Flipper). Ha sido profesor de español y de teatro en escuelas de la zona en la que Linda y el viven. Ahora edita sus propios videos en youtube, donde tiene su propio canal, Marginal Media.

Os invitamos a suscribiros a su canal, es gratis y os echareis unas buenas risas. Aquí os dejamos uno de sus videos.

 

Es un tio cojonudo. Alegre, optimista, creativo y soñador; además de humilde y generoso.

Las cervezas que nos tomábamos juntos todos los días viendo la puesta de sol y conversando, son momentos que nunca olvidaremos.


Como tampoco olvidaremos las posteriores riquísimas cenas con las que Linda, excelente cocinera, nos deleitaba.

Qué decir de Linda, su compañera; una mujer encantadora. Son una pareja genial y tenemos mucho que agradecerles.
 



Con ellos empezamos a descubrir Australia y el estilo de vida aussie. También allí, cerquita de su casa, vimos nuestros primeros canguros.

 


O nuestro primer emú.



Nos enseñaron playas preciosas.

 
Disfrutamos de una exquisita cena de Navidad, con la familia de Linda, en casa de su tía.
 
 
Al día siguiente, el ”Boxing Day” (26 diciembre), comimos en la playa con más familiares de Linda. Y posteriormente la conexión “primos lejanos” derrotó a tres aussies en un histórico partido de fútbol en la playa.
Sin duda, fueron unas Navidades, en pleno verano australiano, muy especiales.



Antes de dejar Lawrence, este pueblo pequeñito y tranquilo, Santi se cogió tres días de vacaciones y nos llevó a recorrer y a conocer el “outback” australiano, por las montañas y pueblos del interior: 





 

Para terminar, he aquí dos videos en los que aparecemos:

-       En este Jon trata de explicar delante de las cámaras en que consiste el concepto “Relocation”:

 

-       Este otro, un video que Santi montó con unas pocas fotos que nos robó:

    
 

¡Santi, como te recreas con el caño del final!

Muchas gracias por los momentos compartidos.

En el próximo post contaremos nuestra primera experiencia a través de la web “Helpx”.

HASTA PRONTO