domingo, 27 de octubre de 2013

XIN CHAO VIETNAM


Os dejamos las primeras impresiones de nuestro amigo Aritz sobre la aventura que estamos viviendo juntos por tierras vietnamitas...
 
Sábado 12 de Octubre de 2013, salgo de casa de Jaime camino al aeropuerto para emprender un viaje que ya daba por accidentado desde el principio. Y es que tenía una escala en Moscú con un tiempo de espera escaso que al mínimo retraso podía hacerme perder el vuelo a Hanoi. Todos los malos augurios iban tomando forma. La primera señal fue compartir el vuelo con uno de mis “ídolos”, Julio José Iglesias, haciéndose notar en la cola y ataviado con una vestimenta de auténtico “retarded”.

Llegamos a Moscú a las 19:10 y embarcaba a las 19:25. Estaba al final del avión y aquella cola no avanzaba…sudores fríos. Quizás en una carrera podría plantarme en la puerta de embarque sino fuera porque antes tenía que pasar por el control policial y rellenar un impreso absurdo de transbordo…¿para qué?...vete tú a saber. Puro papeleo, burocracia absurda que iría directamente a la papelera. El problema vino cuando al pasar a la sala para rellenar el impreso había como 2.576 asiáticos y 1.245 europeos formando una cola infernal...más sudores. Dirigiendo “el tráfico” había una mujer de 1,90m con cara de pocos amigos (como el 90% de los rusos) a la que no me quedó más remedio que acudir para pedirle que me dejara pasar sin rellenar nada. Por suerte éramos unas diez personas en la misma situación y nos dejaron pasar. 19:43 y estaba en la puerta de embarque… ¡objetivo cumplido!

Diez horas después llego a destino y tras conseguir el visado salgo en busca de mis dos amigos. Lo que me encuentro es a dos “vietnamitas” tapados hasta las orejas con un disfraz muy logrado y un cartel que rezaba “WELCOME TO VIETNAM AMICHI!” Grandes! Ahora sí comenzaba la aventura.
 
 

 
Primera parada Hanoi. Ciudad del caos. Ejemplo claro de lo que nos íbamos a encontrar a lo largo del país. Motos a tropel, coches y buses “danzan” por la ciudad sin criterio alguno. Es la ley de la bocina…”pito, voy!”. No es la primera ciudad en el mundo que conocemos así pero aquí sinceramente creo que gastan más en cambio de bocina que en cambio de ruedas. Locura!
 
 
Nuestra estancia duró dos días en la que nos sirvió sobre todo para organizarnos un poco el viaje y darnos unos garbeos por la ciudad…aunque la verdad es que no nos emocionó en exceso. Pronto me quedó claro que iba a ser un viaje de continuo regateo en todo lo que nos propusiéramos hacer, algo que resultaría cansino a más no poder.

Nuestro segundo destino fue Sa Pa, al norte. De obligada visita para cualquiera que visite el país. Muy montañosa, llena de arrozales y vistas espectaculares.
 
 
Allí hicimos un treking de unas cuatro horas en compañía de una chica aborigen de la tribu Hmong (tribu rechazada tanto por chinos como por vietnamitas) llamada Tomtom (suena a coña pero era su nombre real) que por un módico precio de 200.000 dongs (unos 7€) nos llevó por las montañas hasta su poblado explicándonos minuciosamente todo lo que íbamos viendo.
 
 
Esta chica de aspecto aniñado, sonrisa infinita y mirada inocente decía tener 21 años de edad y dos hijos…algo que no terminamos de creer, pero en realidad poco nos importaba, estábamos muy contentos con la elección de la guía. Era realmente encantadora. Durante el trayecto conocimos a Châ, amiga de Tomtom, a la que denominamos “la socia” ya que las dos salían cada día en busca de turistas que llevar a su poblado para sacarse las castañas y así repartirse el botín. Manejaban un “perfecto” inglés a pesar de no saber ni leer ni escribir. Se les veía muy avispadas ya que les enseñamos unas frases básicas en castellano para reclamar la atención de los turistas españoles y las memorizaron a la perfección en tan solo un par de horas. Al día siguiente pudimos comprobar como las aplicaban con éxito con un trío de chicas mallorquinas. Sin duda uno de los mejores recuerdos que nos llevamos de aquí.
 
 

 
Nuestro siguiente destino era Halong Bay, un archipiélago espectacular formado por más de mil islas pequeñas, y teníamos que decidir cómo ir. Shandra votaba por tren nocturno como hicimos para ir a Sa Pa que dentro de lo malo no era la peor elección. Jon en cambio, era partidario de ir en bus litera. Era mucho más económico y directo además de incluir otras facilidades. Así que me tocaba elegir. El tren nocturno no me fue muy bien, así que opté por hacer caso a mi amigo y voté bus. Es increíble como 31 años después sigo haciéndole caso conociéndolo. Nos esperaban 13 horas de bus infernales en una litera en la que si yo las pasé canutas para acomodarme no puedo imaginarme a gente como Pau Gasol ahí metida…deberían cortarse las piernas! En cuanto entramos al bus nos hicieron quitar las botas, enseguida me di cuenta que no iba hacer falta cena ni desayuno…el aroma que se respiraba iba a ser suficiente para alimentarnos los próximos tres días. Para redondear el viaje, nada mejor que disfrutar del talento de actores y actrices vietnamitas en unas películas infumables que nos acompañaron durante un buen rato. Más tarde versiones tecno-pop asiáticas de hits como “Baby one more time” de Britney Spears y compañía. En definitiva un deleite de viaje.

A las 11:00am del día 17 bajamos de un autobús que aquella noche hizo más paradas que Iker Casillas en el Mundial de Suráfrica. Estábamos en Halong Bay, nos esperaban dos días de sol, playa y paseos en barco…o no.

CONTINUARÁ…

ARITZ


jueves, 10 de octubre de 2013

LUANG PRABANG & VANG VIENG

Tras dos días recorriendo el río Mekong en el barco, por fin llegábamos a Luang Prabang, elegante ciudad, tranquila y espiritual.

 

 
El barco nos dejó a las afueras de la ciudad, así que cogimos un tuk tuk que nos llevaba al centro; como de costumbre, había un montón de gente ofreciendo a los turistas alojamientos y aceptamos ver uno de ellos. No nos gustó, así que una vez en el centro, dos turistas nos recomendaron ir a un Guest House en el que ellos estaban alojados. Mochila a cuestas, caminamos unos 15 minutos junto con una pareja de suecos, Marcus y Sandra, que sin saberlo se convertirían en nuestros amigos y compañeros de viaje durante una semana.
Las dos parejas, tras alojarnos, fuimos al night market, un mercadillo bastante grande y con mucho encanto. Allí, entre puestitos, nos encontramos con Helmut, un austriaco que viajó en el mismo barco que nosotros.
Cenamos todos juntos en una terraza junto al río. La conversación era muy amena y divertida; tres nacionalidades diferentes y cada uno chapurreando su particular “inglis”!!
Planeamos visitar unas cataratas para el día siguiente.
Era la primera vez en todo el viaje que compartíamos una cena con nuevos amigos con los que disfrutaríamos de momentos muy divertidos. Nos vino muy bien relacionarnos con otros viajeros, con inquietudes similares a las nuestras.
Al día siguiente, según lo previsto, nos juntamos los cinco y una vez más nos subíamos en un tuk tuk que negociamos durante unos 10 minutos. Nos hizo un buen precio y resultó ser un señor muy simpático.
Ya en la catarata Kuang-Si, se podían dar paseos en elefante y lanzarse en tirolinas entre los árboles  pero decidimos hacer un poquito de trekking y bañarnos!!!!
 

 


Parece mentira que en tan poco tiempo, mes y medio, se pueda llegar a echar de menos el mar pero, sí, se echa de menos. Sobre todo por el calor sofocante que hace. A falta de playa, tenemos que conformarnos con algún baño en los ríos, que no es poco.
Y eso mismo hicimos, nos dimos un baño en aquellas cataratas donde había alguna cuerda para saltar y fue divertido.


 
Volvimos por la tarde y quedamos para cenar todos juntos.
Descubrimos dentro del night market un food market; un montón de puestos de comida, tipo buffet, por tan solo 1€ J, en el cual podías servirte todo lo que entrase en el plato. Los chicos se pusieron las botas. Cenando vimos pasar a varios extranjeros que habían viajado en el barco y nos saludábamos sonrientes: Hi! How are you? Bye!!
 


 
Leímos en la guía de Laos que había una cueva con miles de budas en su interior y decidimos ir al día siguiente con Helmut.
De nuevo tuvimos que ir en tuk tuk unos 30 minutos y después cruzamos en barquita el río para acceder a las cuevas. El paisaje era precioso, nosotros en medio del río, cruzándolo, y a los lados altas montañas con unos colores verdes muy vivos. La visita a la cueva de Pak Ou sin duda mereció la pena.
 

 

 
A la vuelta, nos dimos un caprichito y fuimos a un spa para probar un masaje de aceite. Una hora de masaje pasando antes por la herbal sauna, parecido a un hamman, el cual estaba separado por sexos; los hombres a un lado y las mujeres a otro, cubiertos por un pareo o falda. En total pagamos 5€ cada uno; otro chollo!!!
Al salir,  mientras paseábamos, vimos en una terraza a Helmut con un grupo de franceses que también viajaban en nuestro mismo barco. Charlaban animadamente y tomaban vino y cerveza. Nos hicieron un hueco y nos unimos a ellos. No tardamos en coger ritmo, tres cervezas grandes y la falta de costumbre hizo que notásemos un ligero mareíllo.
Todos juntos, unas diez personas, bajamos a orillas del río donde hay otro buffet libre de barbacoa, este por 6€ y recomendado en todas las guías de viajes; carnes, pescados, mariscos, arroz, noodles, huevos, etc…Y aquí es donde, con ayuda de las cervezas, por fin probamos los insectos, Uhmmmm… crujientes y sabrosos con sabor a un no sé qué y a un qué sé yo…. No sabemos deciros si eran grillos o saltamontes. Lo sentimos, pero no hay foto que lo demuestre.
Así que, después de pegarnos un buen atracón, nos fuimos al Guest House de los franceses donde nos invitaron a tomar la última cerveza; todos cantando por el camino, nos reímos mucho con ellos. Eran unos “xalaus, “; Julien hablaba español con acento mejicano, Matt nos dijo que nos esperaba en las Antípodas, Mathieu intentaba practicar lo que sabía de español con desparpajo y Jack era muy chistoso y demostró una gran agilidad subiendo y bajando de los tuk tuk en marcha; en resumen, un grupo de amiguetes muy majos y por fin un pintxo-pote con birras y comida rica.
Al día siguiente nos fuimos a Vang Vieng con un ligero dolor de cabeza. La culpa la tenían las Beer Lao del día anterior, claro.
El paisaje del viaje fue increíble, muchísimas curvas, pero espectacular. Al igual que Vang Vieng.
 


 
 
 
Vang Vieng ofrece un sinfín de actividades deportivas: kayak, trekking, espeleología, mountain bike… y el famoso tubing.
 
 
 

Lamentablemente, parece que sólo es conocido por el tubing, actividad favorita para los jóvenes con ganas de fiesta y alcohol. Consiste básicamente en dejarse llevar por la corriente del río subidos en una rosquilla hinchable gigante, que es la cámara de una rueda de camión. El recorrido son 4 kms y hay bastante corriente por lo que puede resultar un tanto peligroso y, además, a los lados del río hay un montón de bares con música donde la gente va para a emborracharse. Resultado final, 27 muertos en el año 2012, increible!!!!!!

Nosotros lo vivimos de una manera bastante diferente, sin entrar en ese ambiente.



El primer día alquilamos unas bicis de monte e hicimos una ruta circular de 30 kilómetros, parándonos para bañarnos en ríos y visitando alguna cueva.
 


 
El segundo día contratamos una excursión para todo el día que incluía 4h de kayak, la visita a una cueva y la comida; como el día anterior, fuimos todo el equipo: los suecos, el austriaco y Dana, una chica de Israel.
 

 

 
Estuvo muy bien. En el recorrido del kayak paramos en uno de los bares y pudimos ver ese ambiente al que antes nos referíamos, “tubing drinking desfás”, ambiente al más puro estilo guiri, tíos sin camiseta, música a tope y ya hemos conquistado el territorio!! Como cuando van a Salaou, Benidorm, … los reyes del mambo.

Al ser la última noche con nuestros amigos, cenamos todos juntos. Habíamos compartido una semana y la verdad es que daba pena separarse. La pareja de Suecia, que están de viaje durante nueve meses recorriendo diferentes países, partían al día siguiente rumbo a Vietnam. Helmut, el simpático austriaco de 42 años, que viaja solo durante cuatro meses, tras separase recientemente de su mujer, y con ganas de rehacer su vida, también partía hacia Vietnam. Dana, la sonriente israelí se quedaba algún día más en Vang Vieng pero quería probar la experiencia del tubing y a nosotros no nos apetecía, por lo que también nos despedíamos de ella.
 


 
Los suecos se retiraron pronto porque Marcus estaba fastidiado del estómago y los demás nos quedamos a tomar una cerveza… y dos… y tres….

Y así a lo tonto, nos dieron las tres de la mañana.

Distintas anécdotas en una noche de parranda improvisada; asistimos a un concierto de un tío que cantaba y tocaba la guitarra bastante bien pero la actuación subía de nivel cuando combinaba el cantar con ruidos tipo batería, ganamos una partida de dardos contra unos Koreanos, bailamos en una mini disco, comimos un crepe al salir  en mitad de la calle, sentados en un arcén………….

Lo mejor de todo fue acabar en la calle charlando con Helmut a las tres de la mañana, bebiendo la “última” cerveza y filosofando sobre la vida.

Grandes momentos con él; nuestro Helmut, enorme y robusto como buen tirolés, y estupenda persona.
 


 
Nuestro último día, ya solitos, y otra vez con dolor de cabeza y un calorazo terrible, alquilamos una  moto de marchas. Ninguno de los dos habíamos conducido este tipo de motos antes pero Jon se animó y aprendió enseguida. Allá que nos fuimos, a buscar la catarata más grande de la zona, poco frecuentada por los turistas.


 
Empezó a diluviar sin parar pero nosotros no paramos. Los caminos estaban cada vez más embarrados, la rueda trasera derrapaba constantemente, Sandra estaba cagadita, se veía en el barro, pero hubo suerte y no caímos. Eso sí, barro hasta las rodillas y la moto, que nos la había entregado reluciente, quedó marrón marrón. Ahora mismo nos entra la risa, al recordar la cara del tipo del alquiler cuando vio su irreconocible motito J
 


 
Nuestra siguiente parada será Vientiane, nombrada la capital más tranquila del mundo. Pero eso lo dejamos para el siguiente post.

HASTA PRONTO.

viernes, 4 de octubre de 2013

SLOW...SLOW...WELCOME TO LAOS


Tras nuestro recorrido por el norte de Tailandia, cambiamos de país y pasamos a   Laos. Concretamente desde Chiang Khong, cruzando el río Mekong (que sirve de frontera natural entre ambos países) hasta Houay Xai, justo al otro lado del río.

Por lo tanto, dejamos atrás 21 días de aventuras y desventuras por el Norte de Tailandia.
 
 

Nuestro destino es Luang Prabang, antigua capital de Laos, ahora renombrada capital religiosa y cultural del país, y Patrimonio de la Unesco… que no es moco de pavo. Desde Luang Prabang continuaremos nuestro recorrido, de norte a sur del País.

Para acceder a Luang Prabang, desde Chiang Mai, elegimos la siguiente ruta: hasta Chiang Rai en autobús, con parada técnica en el impresionante White Temple (templo blanco).
 
 
Y desde allí hasta Chiang Khong, donde hicimos noche en un alojamiento de mala muerte.
 
Tenemos que decir, antes de continuar, que tras valorar si hacer todo este recorrido hasta Luang Prubang por nuestra cuenta, finalmente decidimos comprar un paquete en una agencia puesto que, euro arriba euro abajo, el precio no variaba demasiado y, de esta forma evitábamos las pérdidas de tiempo que ocasionan las dudas o los “no saber qué hacer” y tener que preguntar un sinfín de veces.

Pero bueno, nos habíamos quedado en el cuchitril de mala muerte en el que hicimos noche… Chiang Khong no tiene nada en especial que ver o hacer. Es un pueblo de paso que, en gran parte vive de su carácter fronterizo. Eso sí, nos maravilló el trayecto hasta allí desde Chiang Rai, con unas vistas espectaculares dignas de habérlas disfrutado no sólo de pasada con el minibús.

Y aún nos quedaba la pequeña odisea de llegar hasta Luang Prabang…

Como muchos otros viajeros (hemos coincidido y hablado con austríacos, belgas, holandeses, franceses, neozelandeses,…) cogeríamos un barco conocido como “Slow Boat”.

Antes de subirnos a  este rudimentario barco, teníamos que hacer el trámite del visado para la entrada en Laos. Para ello, a las 7 a.m., tras el desayuno, hay que tramitar la salida de Tailandia en la margen tailandesa del río y cruzarlo en barquita hasta Houay Xai, en la margen laosiana.

En Houay Xai, pasaportes, fotos de carné y 35 dólares americanos por barba junto al impreso solicitando el visado. De esta guisa, sacando de sus mochilas todo ello, comienzas a ver un gran movimiento de viajeros, apilados frente a la gárita del “gran negocio” Welcome to Laos – Visa, todos pretendiendo lo mismo.
 
 
 

Todo está listo para coger el Slow Boat, a las 11 a.m., puntualidad laosiana (11:30 h.).

Antes de subir al barco… recomendable:

-       Sacar Kips, la moneda de Laos (10.000 kips = 1 €); si sacas 100 €, eres millonario. Caaash. Por cierto, el límite en la mayoría de los cajeros es ese millón de kips. Comisión: 20.000 kips del ala.

-       Coger provisiones antes de subir al bote; yendo más allá…¡¡comprar bocadillos!! Sííííí!! Otra vez pan, gracias a la influencia francesa, como excolonia franchute que fue. ¡Ah! Y, por lo mismo, nuevamente se conduce por la derecha…
 
 

Así que te subes al Slow Boat, comenzando una larga travesía surcando el Río Mekong entre montañas. Las vistas son impagables. Eso sí, el jodido Slow Boat no hace honor a su nombre…porque se queda corto. El Slow Boat no es lento, no; tiene dos marchas: la muy lenta y la súper lenta. CALMA Y A DISFRUTAR DEL VIAJE.
 
 
 

La primera etapa en barco, tras 7-8 horas termina en Pak Beng, a mitad de camino.

Ya en Pak Beng, no tardamos en conseguir alojamiento: al lado del pequeño muelle, desde donde debíamos partir al día siguiente para emprender la segunda y última etapa hasta Luang Prabang.

El precio 50.000 kips, en Salika Guest House (el nombre nos recordó a la hermana de Shandra: Sarika!!).

Fue fácil y barato encontrar alojamiento, todo ello pese a los comentarios de aquel estúpido comercial que quiso amedrentarnos a todos los turistas justo antes de salir de Houay Xai. Un discurso de 10 minutos mediante el cual, tras darnos la bienvenida a Laos, trató de meter el miedo en el cuerpo de todos los viajeros, queriendo hacernos imaginar Pak Beng como la villa de la mafia y del crimen organizado.
 
Nos llegó a decir que suelen darse con frecuencia robos de mochilas en las Guest Houses, que la gente del pueblo puede parecer muy maja pero que tuviésemos cuidado; que tratarían de emborracharnos y de invitarnos a fumar opio para posteriormente robarnos.

Pak Beng es un pueblo muy pequeño con gente amable, y simplemente es parada del Slow Boat y, como es normal, tratan de hacer todo el negocio posible, pero nada más.

Lo único que quería aquel tipo sin escrúpulos era que el mayor número de gente posible reservase por 100.000 kips el alojamiento que el ofertaba porque, según él, “todo sería más fácil”.

Nosotros no caímos en la trampa aunque si nos dejó una sensación de, cuanto menos, estar alerta. Hasta que, simplemente, observas y te das cuenta de que todo está en calma y nada de eso va a ocurrir.

Aquel  hombre desapareció cuando terminó su bussiness. Más tarde, durante el trayecto, viajó en el bote uno de sus secuaces. Mismo alojamiento por 90.000 kips...van llegando las rebajas!!!!

En fin, una estrategia comercial denunciable y asquerosa.

La segunda etapa en el barco, en ese slow, slow, very slow boat, más de lo mismo: vistas espectaculares de montañas frondosas y verdes, con alguna que otra parada para que subiesen o bajasen algunos locales en pequeños pueblecitos o aldeas al borde del Mekong.
 
 
 
Estas paradas ralentizaban aún más el trayecto pero no nos importaba puesto que allí nos esperaban con sus sonrisas los lugareños y los niños jugando, saltando o dándose un chapuzón.
 



 
 
Había valido la pena. Al llegar a Luang Prabang, nos miramos y nos dijimos: “Por fin, lo hemos conseguido”, y eso parecían reflejar las caras de todos los mochileros.

Más de trece horas en las que pudimos observar, pensar, hablar, escuchar, leer e incluso escribir este post.
 
 
¡Ah! Se nos olvidaba: también dio tiempo a darnos un chapuzón vestidos y por sorpresa, como consecuencia de una ola provocada por un gran barco con el que nos cruzamos. Tras ver que el blog no corría peligro, ya que de milagro no se mojaron ni la cámara ni el portátil, nos reímos junto con los demás pasajeros que también estaban empapados.


Así, risueños tras recordar esta anécdota, nos despedimos hasta el próximo post.
 


HASTA PRONTO.