jueves, 15 de mayo de 2014

APRENDIENDO A HACER PAN EN AUSTRALIA


2014.

Para nosotros empezaba un nuevo reto. Con el objetivo de mejorar nuestro inglés viajaríamos por Australia “trabajando” en diferentes casas y granjas.

Si al comienzo del viaje alguien nos hubiera dicho esto quizás nos hubiésemos reído.

Lo cierto es que sin visa de trabajo este país es carísimo y Helpx es una muy buena opción.

Después de recorrer Tailandia, Laos, Vietnam, parte de Camboya y un poquito de Malasia por fin estábamos en Australia y teníamos un plan.

El 1 de enero nos montamos en un autobús, desde Sydney rumbo a Moruya, un pueblecito en la costa, cercano a Batemans Bay, a unos 300 km al sur de Sydney. Allí nos esperaba una familia francesa que lleva viviendo en Australia más de seis años. Ostentan un obrador y venden el género en mercados; pasaríamos con ellos un mes.

Os mentiríamos si os dijéramos que no estábamos nerviosillos. Esto de helpx era nuevo para nosotros. Los datos que teníamos eran: familia joven con tres hijos, pequeña granja con gallinas, patos y cabras; y obrador con postventa en mercados locales.

 
Nos vino a buscar el padre de la familia con la hija pequeña de seis años, bastante tímida al principio, y Gauthier un francés amigo de la familia.

Era de noche y no pudimos apreciar nada en el camino a casa, pero al llegar nos sorprendió encontrar  una casa-dúplex nueva y lujosa, no era un tipo caserío o granja que era lo que habíamos imaginado.

A la mañana siguiente después de las presentaciones, nos enseñaron el obrador que lo habían montado en el garaje de la casa.

Tenían varias máquinas para hacer la masa del pan, fermentadora, dos hornos y otra máquina especial para la masa de la bollería.

Tuvimos nuestra primera clase práctica de cómo hacer una baguette y la verdad es que no se nos dio nada mal.

 
A parte de nosotros había otra chica francesa y Gauthier, que es chef pastelero en Melbourne y estaba de visita.

Al día siguiente llegó Thierry, un chico tímido hasta que ganamos confianza y  le descubrimos realmente.

La primera semana pasó volando. Básicamente la mayor parte del “trabajo” era en el obrador: hacer la masa del pan siguiendo la receta, hacer el pan y hornear, hacer la bollería, tartaletas de limón, crema pastelera, chocolate fundido para los petit suisse, napolitanas, croissants de jamón y queso etc…

 
 
¡Qué rico! Pensaréis, pero la verdad es que acabamos saturados de comer tanto azúcar.

 
Vendían en tres mercados diferentes a la semana. Esos días cargábamos la furgoneta, instalábamos la carpa, las mesas y demás mobiliario y… ¡a vender!

 
Los días que no había mercado, después de comer, teníamos tiempo libre y nos dejaban un coche para poder ir a las playas de alrededor, piscina o incluso ir al club de tenis del que eran socios y poder juagar algún partido.

 
 
La relación con la familia fue muy buena durante toda la estancia. Todos los días desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Los niños estaban de vacaciones así que a veces se apuntaban a venir con nosotros a la playa o piscina.

La segunda semana nos propusieron preparar paellas para vender en los mercados de los viernes a la tarde, y así lo hicimos. Fue un éxito. A los australianos les encanta el tema spanish-paella.

 
Nos encontramos con algunos sudamericanos que llevaban años viviendo en Australia y también pudimos conocer a un chico de Zaragoza que vive con su novia en Sydney. Buenos ratos y hay que resaltar que la gente era encantadora y muy educada.

La tercera semana era el cumple del padre y nos invitó a cenar en un restaurante tailandés con algunos amigos suyos, un detalle por su parte. También nos llevó y nos enseñó a pescar, una de sus pasiones.

 
 
También tuvimos ocasión de ir un domingo a pasar el día a Narooma y comer en un camping donde estaban pasando el fin de semana unos amigos suyos. Precioso lugar.

 
 
Los niños tenían seis, nueve y trece años. La pequeña era un encanto y rápido nos cautivó. Los niños eran un poco más distantes pero también pasamos buenos ratos en la playa o jugando.

Una vez más, pudimos ver el estilo de vida aussie fuera de la ciudad; ambiente muy relajado, nada que ver con el estrés de Sydney. Eso sí, era verano en Australia y se palpaba un poder adquisitivo alto en esta zona. Para muchos esta localidad era donde tenían su residencia de verano.

Volviendo de la playa podías cruzarte con gente paseando a caballo por la carretera, granjeros trabajando en sus jardines o canguros saltando.

En la casa nos hicimos amigos de las gallinas, los patos y en cuanto a las cabras, Shandra prefería verlas de lejos ¡jajajaja!

 
El mes pasó bastante rápido y nos sirvió para ir planeando y reservando otros proyectos con Helpx, aunque si es cierto que al final ya contábamos los días para seguir viajando.

Se acabó enero y, en febrero, ya teníamos otro plan. Viajaríamos junto a Thierry hasta Melbourne, unos 750kms y de allí volaríamos hasta Tasmania para ir a “trabajar” a una granja al norte de la isla. Para llegar hasta Melbourne teníamos la posibilidad de coger un autobús pero decidimos probar suerte y hacer auto-stop. ¡A la aventura!

 
La experiencia fue divertida y tuvimos mucha suerte teniendo en cuenta que éramos tres.

Después de tres coches que poco a poco nos iban acortando la ruta, nos paró un señor y con él hicimos bastantes kilómetros. Además nos paró en varios sitios turísticos, como este mirador en Eden, donde pudimos sacar esta foto.

 
Durante el camino,  nos invitó a dormir en su casa en Orbost.

Reg, como se llamaba, era un camionero jubilado que acababa de comprar la casa y estaba poco a poco reparándola. Cenamos juntos y pudimos charlar con él, tenía buen humor y fue muy amable con nosotros.

Al día siguiente aún nos acercó ¡100 kilómetros más!, diciendo que le venía bien pues iba hacer compras en ese pueblo.

Un día más tuvimos suerte y nos pararon varios coches. Paramos a comer en un típico Fish&Chips y vuelta a la carretera. Esta vez nos colocamos cerca de una gasolinera y se nos ocurrió cambiar de táctica y preguntar directamente a alguien si iba hacia Melbourne, ya que solo quedaban unos 250kms.

Jon se acercó al coche de una mujer que viajaba sola y esta aceptó encantada llevarnos y además con tanta suerte para nosotros que se dirigía ¡al aeropuerto de Melbourne! Nos pasamos todo el camino charlando con la simpática Michelle, una australiana que vivía en Perth y estaba de vacaciones. En las más de dos horas de camino tuvimos tiempo de conocernos e incluso canturrear alguna canción. Cuando estábamos próximos a nuestro destino nos preguntó a dónde íbamos concretamente y se ofreció a llevarnos: ¡increíble!

Nos quedábamos a dormir en Weribee a las afueras de Melbourne, en casa de Gauthier el francés que conocimos en Moruya y con el que compartimos varios días en el obrador y en los mercados.

Dicho y hecho, esta  mujer nos dejó en la puerta de la casa: Ding! Dong!

Más en el próximo post.

HASTA PRONTO

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