2014.
Para
nosotros empezaba un nuevo reto. Con el objetivo de mejorar nuestro inglés
viajaríamos por Australia “trabajando” en diferentes casas y granjas.
Si
al comienzo del viaje alguien nos hubiera dicho esto quizás nos hubiésemos
reído.
Lo
cierto es que sin visa de trabajo este país es carísimo y Helpx es una muy
buena opción.
Después
de recorrer Tailandia, Laos, Vietnam, parte de Camboya y un poquito de Malasia
por fin estábamos en Australia y teníamos un plan.
El
1 de enero nos montamos en un autobús, desde Sydney rumbo a Moruya, un
pueblecito en la costa, cercano a Batemans Bay, a unos 300 km al sur de Sydney. Allí nos esperaba una
familia francesa que lleva viviendo en Australia más de seis años. Ostentan un
obrador y venden el género en mercados; pasaríamos con ellos un mes.
Os
mentiríamos si os dijéramos que no estábamos nerviosillos. Esto de helpx era
nuevo para nosotros. Los datos que teníamos eran: familia joven con tres hijos,
pequeña granja con gallinas, patos y cabras; y obrador con postventa en
mercados locales.
Nos
vino a buscar el padre de la familia con la hija pequeña de seis años, bastante
tímida al principio, y Gauthier un francés amigo de la familia.
Era
de noche y no pudimos apreciar nada en el camino a casa, pero al llegar nos
sorprendió encontrar una casa-dúplex
nueva y lujosa, no era un tipo caserío o granja que era lo que habíamos
imaginado.
A
la mañana siguiente después de las presentaciones, nos enseñaron el obrador que
lo habían montado en el garaje de la casa.
Tenían
varias máquinas para hacer la masa del pan, fermentadora, dos hornos y otra
máquina especial para la masa de la bollería.
Tuvimos
nuestra primera clase práctica de cómo hacer una baguette y la verdad es que no
se nos dio nada mal.
A
parte de nosotros había otra chica francesa y Gauthier, que es chef pastelero
en Melbourne y estaba de visita.
Al
día siguiente llegó Thierry, un chico tímido hasta que ganamos confianza y le descubrimos realmente.
La
primera semana pasó volando. Básicamente la mayor parte del “trabajo” era en el
obrador: hacer la masa del pan siguiendo la receta, hacer el pan y hornear,
hacer la bollería, tartaletas de limón, crema pastelera, chocolate fundido para
los petit suisse, napolitanas, croissants de jamón y queso etc…
¡Qué
rico! Pensaréis, pero la verdad es que acabamos saturados de comer tanto
azúcar.
Vendían
en tres mercados diferentes a la semana. Esos días cargábamos la furgoneta,
instalábamos la carpa, las mesas y demás mobiliario y… ¡a vender!
Los
días que no había mercado, después de comer, teníamos tiempo libre y nos
dejaban un coche para poder ir a las playas de alrededor, piscina o incluso ir
al club de tenis del que eran socios y poder juagar algún partido.
La
relación con la familia fue muy buena durante toda la estancia. Todos los días
desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Los niños estaban de vacaciones así
que a veces se apuntaban a venir con nosotros a la playa o piscina.
La
segunda semana nos propusieron preparar paellas para vender en los mercados de
los viernes a la tarde, y así lo hicimos. Fue un éxito. A los australianos les
encanta el tema spanish-paella.
Nos
encontramos con algunos sudamericanos que llevaban años viviendo en Australia y
también pudimos conocer a un chico de Zaragoza que vive con su novia en Sydney.
Buenos ratos y hay que resaltar que la gente era encantadora y muy educada.
La
tercera semana era el cumple del padre y nos invitó a cenar en un restaurante tailandés
con algunos amigos suyos, un detalle por su parte. También nos llevó y nos
enseñó a pescar, una de sus pasiones.
También
tuvimos ocasión de ir un domingo a pasar el día a Narooma y comer en un camping
donde estaban pasando el fin de semana unos amigos suyos. Precioso lugar.
Los
niños tenían seis, nueve y trece años. La pequeña era un encanto y rápido nos
cautivó. Los niños eran un poco más distantes pero también pasamos buenos ratos
en la playa o jugando.
Una
vez más, pudimos ver el estilo de vida aussie fuera de la ciudad; ambiente
muy relajado, nada que ver con el estrés de Sydney. Eso sí, era verano en
Australia y se palpaba un poder adquisitivo alto en esta zona. Para muchos esta localidad era
donde tenían su residencia de verano.
Volviendo
de la playa podías cruzarte con gente paseando a caballo por la carretera,
granjeros trabajando en sus jardines o canguros saltando.
En
la casa nos hicimos amigos de las gallinas, los patos y en cuanto a las cabras,
Shandra prefería verlas de lejos ¡jajajaja!
El
mes pasó bastante rápido y nos sirvió para ir planeando y reservando otros
proyectos con Helpx, aunque si es cierto que al final ya contábamos los días
para seguir viajando.
Se
acabó enero y, en febrero, ya teníamos otro plan. Viajaríamos junto a Thierry
hasta Melbourne, unos 750kms y de allí volaríamos hasta Tasmania para ir a
“trabajar” a una granja al norte de la isla. Para llegar hasta Melbourne
teníamos la posibilidad de coger un autobús pero decidimos probar suerte y hacer auto-stop. ¡A la
aventura!
La
experiencia fue divertida y tuvimos mucha suerte teniendo en cuenta que éramos
tres.
Después
de tres coches que poco a poco nos iban acortando la ruta, nos paró un señor y
con él hicimos bastantes kilómetros. Además nos paró en varios sitios
turísticos, como este mirador en Eden, donde pudimos sacar esta foto.
Durante
el camino, nos invitó a dormir en su
casa en Orbost.
Reg,
como se llamaba, era un camionero jubilado que acababa de comprar la casa y
estaba poco a poco reparándola. Cenamos juntos y pudimos charlar con él, tenía
buen humor y fue muy amable con nosotros.
Al
día siguiente aún nos acercó ¡100 kilómetros más!, diciendo que le venía bien
pues iba hacer compras en ese pueblo.
Un
día más tuvimos suerte y nos pararon varios coches. Paramos a comer en un
típico Fish&Chips y vuelta a la carretera. Esta vez nos colocamos cerca de
una gasolinera y se nos ocurrió cambiar de táctica y preguntar directamente a
alguien si iba hacia Melbourne, ya que solo quedaban unos 250kms.
Jon
se acercó al coche de una mujer que viajaba sola y esta aceptó encantada
llevarnos y además con tanta suerte para nosotros que se dirigía ¡al aeropuerto
de Melbourne! Nos pasamos todo el camino charlando con la simpática Michelle,
una australiana que vivía en Perth y estaba de vacaciones. En las más de dos
horas de camino tuvimos tiempo de conocernos e incluso canturrear alguna
canción. Cuando estábamos próximos a nuestro destino nos preguntó a dónde
íbamos concretamente y se ofreció a llevarnos: ¡increíble!
Nos
quedábamos a dormir en Weribee a las afueras de Melbourne, en casa de Gauthier
el francés que conocimos en Moruya y con el que compartimos varios días en el
obrador y en los mercados.
Dicho
y hecho, esta mujer nos dejó en la
puerta de la casa: Ding! Dong!
Más
en el próximo post.
HASTA
PRONTO