miércoles, 6 de noviembre de 2013

AL MAL TIEMPO...HA LONG, CAT BA Y NINH BINH


Como venía relatando Aritz, el día 17 de octubre a las 11a.m. llegábamos al puerto de Ha Long Bay. La experiencia del sleeping bus era algo que nuestro amigo no podía perderse. Pero no nos desviemos…

Llegamos a Ha Long, otro paisaje impresionante, un clásico entre las postales, un símbolo entre otros tantos del país. Nos imaginábamos en alguna de sus islas al sol o tomando alguna cerveza en alguno de los tours en barco por la bahía.

Pero…¡Qué bah! Llovía. Y no sólo llovía, sino que además un tifón acababa de pasar por la costa central vietnamita, a unos cuantos kilómetros al sur. Y gracias que no contratamos en Hanoi ninguno de los tours que ofertan todas las agencias turísticas.

Así que los barcos no salían esa mañana por indicación de las autoridades. Por razones de seguridad, debido a las condiciones climáticas, se prohibió zarpar a los grandes barcos para turistas. Íbamos a perder un día en la ciudad de Ha Long.

Sin embargo, el hombre con aspecto de mafioso que nos acercó en su Pick-up al puerto con el fin de vendernos su tour por la bahía no podía irse con el bolsillo vacío y nos ofreció una solución: llevarnos a la isla de Cat Bá, la mayor de todo el archipiélago, de unos 12.000 habitantes, en la cual podíamos alojarnos.

Hicimos fuerza común junto con cinco extranjeros más, incluso consultamos a otro par de mafiosos que pululaban por el puerto, hasta que conseguimos un precio aceptable para ir a Cat Bá en un pequeño yate. A toda velocidad, sorteamos algunos de los distintos islotes que conforman esta preciosa bahía con el agua de la lluvia y de los salpicotazos del mar topándose con nuestros cuerpos y mochilas.

Momentazo excitante, sin duda otra forma diferente de tomar contacto con este espectacular paisaje. Estábamos empapados pero nos importaba un pito.

Nos instalamos en un económico, cómodo, limpio y con aspecto de nuevo hotel; la calle principal frente al puerto de Cat Bá Town está llena de hoteles. Y tras dejar las mochilas, alquilamos unas motos…los ponchos venían incluidos.
 

 


Los paisajes del interior de la isla son espectaculares. Nos acercamos al Parque Nacional, en el centro de la isla. Dejamos las motos en la puerta y ascendimos a uno de los picos más altos de Cat Bá. Hicimos cima y disfrutamos de una panorámica sencillamente impresionante. Lástima haber tenido que descender con algo de prisa puesto que cerraban el Parque.
 

 

Al día siguiente más lluvia, más moto, más poncho y más caminos que atravesaban esta preciosa isla.





Visitamos Hospital Cave, una cueva que sirvió de alojamiento, hospital y base para los miembros del Vietcong en la guerra del Vietnam y un puerto al noroeste de la isla con vistas a Ha Long Bay.



 
Y pensaréis, ¿no van a salir al mar para navegar por la famosa Bahía, una de las maravillas naturales del mundo, como hace todo hijo de vecino? Pues bien, al día siguiente, sino queríamos variar nuestra apretada ruta, debíamos hacer noche en Ninh Binh, es decir, regresar de Ha Long y marchar a unos cuantos kilómetros al interior y al sur de la península.

Con este objetivo en mente y habiéndoselo hecho saber al joven de una de las agencias, previamente asegurándonos de la mejora de las condiciones meteorológicas, contratamos el tour. Pactamos volver antes de lo que duraba la travesía, sólo nosotros tres y, para ello, ponía a nuestra disposición un bote que vendría a buscarnos antes para poder estar a las 17h. en Cat Bá Town y poder, de esta forma, partir hacia Ninh Binh.

La participación de Aritz en aquella expedición corrió peligro debido a problemas estomacales. Pasó una mala madrugada (esta vez sí que tuvo que soportar verdaderos sudores fríos) pero recuperó como un auténtico titán.

Así que, con el cielo algo nublado, sobre las 8,30 a.m., partimos hacia Ha Long Bay. Nos tocó un grupo de lo más extraño; nadie habló con nadie que no fuera su pareja. Podíamos haber roto el hielo nosotros, cierto, pero no hubo feeling y estábamos bien como estábamos (quizás ellos pensaron lo mismo).
 

 

Enseguida de partir empezamos a darnos cuenta del porqué del económico precio del tour. El barco, bastante aviejado, viró completamente. Dio la vuelta para recoger el pez de mediano tamaño que todos acabábamos de ver muerto, flotando, seguramente por la contaminación en la zona del puerto. ¡Sí! Posteriormente había pescado para comer. Una bandeja con rodajas de pescado que nadie tocó. “Aquí aprovechan todo”, nos pareció entenderle al ruso en su idioma natal.

El sol comenzó a salir y a ganar fuerza hasta que el cielo se despejó. Pudimos disfrutar del paisaje de Ha Long en versión soleada. Nos bañamos en sus aguas incluso, en una de las paradas técnicas, cogimos unas piraguas (estaban incluidas) y remamos a nuestra bola durante media horita aproximadamente.
 

 

Mientras el barco estaba nuevamente fondeando y tras pegarnos el último baño, ante el asombro de los demás, apareció un pequeño bote de madera a motor que venía a buscarnos. ¡Bye bye Ha Long!
 

 

Nos habían guardado las mochilas en la Agencia y llegábamos a  tiempo para, seguidamente, coger el autobús que nos acercaba a otro puerto, atravesando la isla de sur a norte, para subirnos a un “fast boat” (barco rápido) que nos trasladaba a la localidad costera de Hai Phong. Y en el puerto de esta ciudad, cogimos otro autobús que nos llevó a…no lo sabemos. Nos “tiraron” en una calle en la cual, cuando llegamos, los moteros y taxistas forcejeaban en la puerta del autobús para, al abrirse ésta, ofrecernos sus servicios para transportarnos.

Nuestra cabezonería frente a lo pesados que ellos se ponen provocó que hiciésemos el canelo y que casi perdiéramos el último autobús a Ninh Binh. Caminamos unos 2 o 3 kilómetros con las mochilas a cuestas hasta que, preguntando por señas (ni dios sabía inglés) topamos con la estación. El autobús a Ninh Binh partía en escasos cinco minutos. Rozando la tragedia.

¿Cuál fue nuestra sorpresa? Estábamos subidos en otro sleeping bus para un trayecto de únicamente 3 horas. Además, el conductor era el vietnamita más idiota con el que hasta el momento habíamos topado. ¡De locos! Nos gritaba para que nos diéramos prisa y con el autobús semivacío nos exigía coger asientos concretos. ¿Cuáles? Los más cutres, una especie de escalones supuestamente acolchados que no eran asientos ni butacas (de verdad, muy difícil de describirlos), perfectamente diseñados para dejarnos allí las espaldas.

Así que no le hicimos caso y cogimos las plazas que nos dio la real gana puesto que la mayoría de ellas estaban libres. Tuvimos que gritarle más alto para que dejara de gritarnos como un energúmeno. No entendía el inglés, de acuerdo, razonable; ni los gestos que le hacíamos. Vamos, que no nos estaba haciendo ni p… caso. Así que decidimos aplicar otro idioma internacional: el “grito pelao”.

Y sobre las 10:30-11:00 p.m. llegamos por fin a Ninh Binh. Más moteros esperándonos y otra vez una ciudad grande, sin tener ni repajolera idea de dónde c… nos habían dejado.

Aprendida la lección unas horas antes, escuchamos a uno de ellos, un señor mayor de aspecto amigable. Nos decía que nos llevaba gratis a su hotel y que éste era “cheap, cheap, cheap”. Entre que nos lo pensábamos, en esa calle sólo quedábamos nosotros tres y dos moteros. Así que aceptamos. No tuvimos más remedio que probar a ir tres en una moto, Aritz y Jon, con el señor mayor y Shandra con el otro.

Aceptamos y… acertamos. Los del alojamiento Mini Queen Hotel resultaron ser gente muy maja y el alojamiento realmente estaba muy bien y era “cheap, cheap, cheap”.

Al día siguiente, alquilamos 2 motos y fuimos a descubrir lo que llaman Ha Long en tierra.





El paseo en barquita por Tam Coc, aunque muy turístico, merece la pena.


Templos y pagodas, pero de visita obligada la pagoda Bich Dong, que se observa en lo alto de la colina mientras disfrutas del paseo en la barca.
 

 


Nos costó encontrar el camino para llegar en moto entre arrozales y, al llegar, antes de subir, nos encontramos con una pareja de Sevilla, David y Susana (bueno, perdón, Susana es canariona) y les convencimos para subir poco a poco porque los veíamos algo dubitativos. El esfuerzo de subir las empinadas escaleras mereció la pena por la gran recompensa al llegar: ¡una vista espectacular!
 

 


Al descender nos despedimos de ellos. Pero fue una despedida momentánea puesto que nos los volvimos a encontrar, tras pasar un rato agradable con unos ancianos de la zona (curiosamente, todos ellos guardaban un gran parecido con Ho Chi Minh).

 


Cenamos con la pareja cerca de la estación de trenes antes de que ellos partiesen hacia su siguiente destino en tren nocturno. Fue un placer, muy buena  gente. Todavía pudimos despedirnos de ellos varios días después en Saigón, cuando ya marchaban para su casa, felices por todo lo que habían vivido y disfrutado.

Aquí nos despedimos nosotros también hasta el siguiente post con más historietas por tierras vietnamitas.

Un abrazo para tod@s!!

HASTA PRONTO

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