Sobre
Las 03,30 a.m. sonó el despertador. La pereza es menor cuando sabes que en unas
12 horas vas a plantarte en una isla que intuíamos que probablemente iba a encajar
en la definición de paraíso.
Así
que nos trasladamos a pie al punto en el que nos recogería el autobús que nos
llevaría hasta Chumphon. Dormimos plácidamente hasta que llegó a su destino. Da
gusto despertarse y volver a encontrarse de frente con el mar. Más cuando la
costa está pegada a un paisaje selvático que la adorna. Empezábamos a darnos
cuenta de la preciosidad del lugar al que nos dirigíamos.
Nos
subimos al ferry motivados e ilusionados.
Pequeña parada en Koh Nang Yuan, una islita muy coqueta contigua a la isla a la que nosotros nos dirigíamos, donde se subieron al ferry numerosos turistas que habían pasado el día en ella. La compañía aprovecha el viaje y los recoge.
Y pocos minutos más tarde llegábamos, por fin, a nuestro destino: Koh Tao.
Koh
Tao, cuyo
significado literal en thai es “isla tortuga”, tiene una superficie de 21
kilómetros cuadrados y mide unos 8 km de largo.
Al
llegar al pequeño puerto los taxistas y personal de los distintos alojamientos
pueden llegar a agobiar. No fue nuestro caso; las palabras mágicas fueron
mencionar nuestro alojamiento, a cinco minutos caminando según sales del puerto
hacia la derecha (Bungalows Kalaphanga, 300 bahts la noche, 7 euros y medio a
dividir entre tres).
¡Estábamos
instalados! Podemos afirmar lo que intuíamos, se cumple con creces: si acompaña
el tiempo, ¡prepárate a disfrutar del paraíso!
Alquilamos
un par de motos para explorar la isla. No es fácil. La isla es muy accidentada tanto
por su orografía (muchas colinas y continuas subidas y bajadas) como por las
estadísticas de caídas en moto, ya que los caminos no son buenos; muy pocos
están asfaltados y la mayoría son de tierra, barro y enormes baches y surcos
ocasionados por las lluvias.
Recomendación: alquilar scooters pero con ruedas de tacos preparadas para esos caminos. Conseguimos terminar sanos y salvos toda la estancia y nos recorrimos toda la isla huyendo de las zonas más masificadas.
También
alquilamos sendos juegos de gafas, tubos y aletas para hacer snorkeling; como
siempre negociando y consiguiendo módicos precios. Y todo ello para disfrutar
de todo lo que nos encontramos debajo del agua. Espectacular, sorprendente e
increíble. Especialmente en Shark Bay, nadando entre tiburones de mediano tamaño (no peligrosos,
que no cunda el pánico), tortugas y coloridos bancos de peces.
Es sin duda uno de los paraísos para los amantes del submarinismo. No nos imaginamos lo que podríamos encontrar haciéndolo, yendo mar adentro.
Nos
contentamos y nos bastó con el snorkeling. Tenemos que decir que de lo
impresionante que fue, el primer día se nos pasaron las horas pitando en el
agua y nos quemamos la espalda y los siguientes días nos tuvimos que bañar
previo embadurne en crema protectora y con camiseta.
Las
puestas de sol son espectaculares. La moto nos permitió acceder a un mirador
impresionante en lo alto de una colina. Sin palabras.
Y a la noche nos quedábamos embobados, casi en trance, observando la luna y las estrellas así como su reflejo en el agua desde las hamacas del chiringuito de nuestro alojamiento.
Fueron
unos días inolvidables. Tanto que, a lo mejor, iban a pesar en los posteriores
días en forma de nostalgia debido al mal tiempo en las otras dos islas.
Tal
y como planeamos, cogimos temprano a la mañana un ferry que nos trasladaba a Koh
Phangan (o Koh Pha Ngan). Uno de los motivos fue poder vivir en directo
la fiesta que cada luna llena se celebra en una de las playas de esta isla, la mítica
Full Moon Party.
Así
que llegamos, alquilamos de nuevo dos motos y nos instalamos. Disfrutamos de un
primer baño magnífico. Luego marchamos a una plaza con un montón de puestos de
comida thai como nos gusta, rico y barato.
Al
día siguiente, el día de la fiesta, por la mañana, sufrimos y a la vez disfrutamos
viendo el gran diluvio universal!!!
Al
mediodía, el tiempo dio tregua y nos fuimos con la moto a explorar un poco la
isla, bastante más grande que Koh Tao. Paramos para dar de comer a un par de
elefantes (Jon no había tenido aún ocasión de visitarlos) en un lugar donde los
cuidan pero a su vez también los explotan para hacer tours con los turistas. No
pagamos entrada ni nada, simplemente compramos un par de racimos de plátanos
para dárselos con permiso de los dueños.
Tras ello, nos dispusimos a visitar unas cascadas. Nos volvió a caer el diluvio y, con los caminos embarrados, llegar al río supuso toda una aventura y volver al bungalow una odisea.
Nos tomamos un descanso y partimos a disfrutar de la Full Moon Party en la playa. El tiempo respetó. De 8 p.m. a 4 a.m. el ambiente estuvo genial. Nos retiramos y desconocemos si más entrada la madrugada aquello degeneraría.
Y
de Koh Phangan, nos fuimos a Koh Samui, la más grande en
dimensiones de las tres. El tiempo no acompañó. Más bien, como decía nuestro
amigo Jon, aquella nube negra nos perseguía y las gotas de agua en moto son
como chinchetazos en la cara. Nuevas aventuras y odiseas en moto, parando en
plenos diluvios universales en las casas de los locales, que nos prestaban
cobijo amablemente y con los que charlábamos hasta que la lluvia amainaba.
Nos
despedimos de Jon en esta isla. Él regresaba de sus vacaciones y nosotros
pretendíamos llegar a Krabi, desde donde queríamos partir para explorar otras islas,
las del Mar de Andamán. Pero eso lo dejamos para el siguiente post.
Os
dejamos un enlace del video que Jon editó de estos días inolvidables que compartimos los 3
juntos. Eskerrik asko Jon!!
https://www.facebook.com/photo.php?v=579975178746646
HASTA
PRONTO.
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